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Tomás Angulo reconoce sus excesos en TV: “Antes, por agradar al productor, me dejaba llevar”

Tomás Angulo cuenta qué problemas le trajo el estudiar Psicología, revela qué heridas emocionales tuvo que superar y hace mea culpa por sus errores a la hora de comentar sobre algunos personajes de la farándula.

Tomas Angulo cuenta que su padre no quería que sea psicólogo: “Casi me bota de la casa”. Foto: Facebook/Tomás Angulo
Tomas Angulo cuenta que su padre no quería que sea psicólogo: “Casi me bota de la casa”. Foto: Facebook/Tomás Angulo

Tomás Angulo divide su tiempo entre atender a unas ocho o diez personas al día, aparecer en algunos programas de televisión, su trabajo en la radio y sus unipersonales en vivo, donde suele mostrar una faceta más divertida. Para su nuevo show, titulado ‘A mí no me florees’, convocó a la influencer Francis Herrera, quien pasó de ser su paciente a convertirse en una gran amiga.

El terapeuta de parejas Tomás Angulo y la tiktokera Francis Herrera se presentarán en La Estación de Barranco este 4 de mayo. Su show, que se realizará todos los sábados del mes, trata sobre diversas situaciones en las relaciones de pareja. “Represento a todas las mujeres que ya estamos hartas de que nuestros esposos se dejen llevar por los celos y sofocada por las peleas absurdas de una vida marital, es por ello que mi personaje acude al doctor para aprender a lidiar con sus emociones y entonces, se genera una divertida y picante sesión terapéutica”, sostuvo la maquilladora. Las entradas para ‘A mí no me florees’ se encuentran en Teleticket.

En una entrevista con La República, Tomás Angulo, de 59 años, cuenta por qué decidió estudiar Psicología y no Medicina, como quería su padre, reconoce sus excesos en televisión y rompe algunos mitos de la Psicología. 

—¿Cómo llegaste a Francis Herrera?

—Francis era una paciente que vino con su esposo. Eso fue real. Francis estaba triunfando en TikTok, tenía muchos seguidores. El problema era que su esposo se estaba poniendo celoso, sentía mucho temor de que ella tuviera tanta acogida. Yo los ayudé a que se entiendan. Le dije al esposo que si le cortaba las alas, la iba a perder porque ella, de ser una esposa dedicada a su casa y a sus niñas, empezó a sentir que le ponía alegre hacer contenido. Pudimos arreglar eso en terapia, nos hicimos amigos y un día me dijo: ‘Tú sientes que yo tengo talento’. Yo le digo: ‘Sí, mucho talento, incluye para la televisión’. Y a las dos semanas la llamaron para un segmento en ATV.

—¿Y cuándo nació la idea de hacer un show juntos?

—Después la entrevisté en mi programa de radio, ‘Acuéstate con Angulo’. Contamos la historia, ella pudo mejorar su matrimonio y ahora estamos haciendo un show para hablar de celos, infidelidades, floreos y todo eso. Francis es muy intensa, el marido también. Ahora que están regulados, queremos contar el ‘antes’ de ellos. Se trata sobre la vida de Francis Herrera y un terapeuta que los ayuda a mejorar, que va desde este sábado 4 de mayo. Hay mucha impro, nos salen cosas muy graciosas, pero hemos exagerado algunas cosas.

Tomás Angulo y Francis Herrera presentan show 'A mí no me florees' en La Estación de Barranco. Foto: difusión

Tomás Angulo y Francis Herrera presentan show 'A mí no me florees' en La Estación de Barranco. Foto: difusión

—¿Qué tan diferente es el Tomás Angulo showman que el Tomás Angulo terapeuta?

—Tomás Angulo terapeuta es más ponderado, su voz es diferente. El Tomás Angulo  showman es un loco de mie*** que también a veces se transforma y grita. 

Tomás Angulo reconoce sus errores en TV

—¿A quién solemos ver en televisión, al Tomás Angulo showman o al Tomás Angulo terapeuta?

—Con 20 años en televisión, comprendo lo que cada director o conductor me pide, por eso he durado tanto en televisión, porque me amalgamo a la estructura y a lo que pide, pero con los años me he dado cuenta de que a veces he cometido algunos errores.

—¿Excesos también?

—También, pero los he pulido con los años y lo importante es darse cuenta de los excesos. El que no se da cuenta de los excesos, sigue comportándose de la misma manera. Hoy en día, soy mucho más respetuoso con la crítica que puedo hacerle a un famoso. Antes por agradar al productor o al conductor, me dejaba llevar mucho, pero hoy en día tengo un criterio más personalizado, conozco más del medio, sé qué funciona y qué no, sé cómo vender una nota. Si me preguntas sobre Yiddá Eslava, lo que va a vender es que diga ‘no todo lo que brilla es oro’, ‘no puedes tapar el sol con un dedo’ o ‘no era la pareja perfecta’.

—¿Y como terapeuta?

—Diría que todas las parejas tenemos problemas y los famosos intentan simular que no tienen problemas para no caer en el desagrado. Cuando tú eres famoso, vendes un ideal y la gente se compra ese ideal. Por eso el famoso vive de la aprobación, del like que le ponen, de la entrada que le compran.

—Cuando hablas de tus excesos en televisión, ¿solo te diste cuenta o acudiste a otro especialista?

—Al margen de estos 20 años de comunicador en televisión, yo nunca he dejado de hacer terapia. Tengo 30 años como terapeuta teniendo 10 pacientes al día y sigo supervisado. Para ser terapeutas, tenemos que tener un terapeuta de rigor porque siempre tenemos que ir evaluando cómo nos vamos sintiendo, cómo vamos mejorando, cómo vamos empeorando. En estos 30 años de terapeuta, he tenido cuatro terapeutas y te lo piden para darte la certificación. Siempre estoy analizando lo que digo y cómo lo digo. Primero, por formación y, segundo, porque he llevado mi autocrítica a un nivel más elevado. Para mí, es más fácil pedir perdón cuando me equivoco y eso ha hecho que mejore mis niveles de compasión, de humildad.

—¿Te consideras un buen terapeuta?

—Antes decía ‘sí, soy bueno’, ahora digo ‘sigo aprendiendo y sigo mejorando’. Me doy cuenta de que se puede mejorar más.

Tomás Angulo y los mitos de la Psicología

—Si atiendes a 10 personas al día, ¿cómo haces para que no te cargues?

—Es un mito. Los terapeutas no nos cargamos por los problemas que nos cuentan, los que se cargan son los psicólogos inexpertos o cualquier persona que no sepa lo que es hacer terapia. Cuando tú me cuentas un problema, yo no estoy leyendo tu problema como lo haría cualquier persona. Si uno se pone triste o le da cólera, ya dejaste de ser terapeuta. 

—¿Cómo se tiene que abordar los problemas ajenos?

—Los terapeutas escuchamos la historia para identificar el origen del problema, para saber qué fortalezas tiene esta persona, qué debilidades tiene, qué quiere de la sesión. Desde ahí, nuestro análisis es frío, es como cuando un cirujano opera. Yo trabajo con la fortaleza de las personas, ayudo a que se sientan mejor y al final logro que se vayan con un nuevo aprendizaje. Entonces, me quedo feliz, alegre, tranquilo. Cuando me preguntan si me cargo, es ‘no’. Al final termino cansado por la alta concentración. Lo que me cansa a mí es estar sentado 8 horas, por la columna y la espalda. Los buenos terapeutas no nos cargamos.

—¿Es mito o verdad que uno se vuelve psicólogo para resolver sus propios conflictos?

—No, eso no es un mito, es una realidad. Todos tenemos heridas emocionales desde pequeños que nuestros padres nos las heredaron, no porque sean malos, sino porque ellos tuvieron sus propias heridas. Se supone que el ser humano tiene entre 5 a 10 heridas emocionales por persona. Es demasiado y los latinos tenemos más. Todas las profesiones que tú buscas es para sanar una herida. 

—¿Y por qué elegiste Psicología?

—Mi papá quería que fuera médico, porque él no pudo ingresar. Era muy flojo y malo. Pero yo no quería porque en ese momento no quería ser como mi papá. Él le pegaba a mi mamá y me mandaron al psicólogo porque tenía conflictos con mi papá. Cuando fui, el psicólogo me dio una paz y dije ‘yo quiero esa profesión’. Estaba entre Ciencias de la Comunicación y Psicología, y el puntaje me alcanzó para Psicología. 

—¿Cómo reaccionó tu papá?

—A los dos meses, mi papá me quiso transferir a Medicina. Yo le dije que no, que quería ser psicólogo. ‘Te vas a morir de hambre’, me dijo. Se molestó conmigo, casi me bota de la casa, pero yo me quedé siendo psicólogo y fue para curar mi propio problema.

—¿Qué problema?

—El miedo que tenía para hablar en público, el sentirme poco valorado, insuficiente, comparado. Por las peleas entre mi papá y mi mamá, me dice terapeuta de pareja. Los psicólogos no lo hacemos solamente por la vocación de ayudar, lo hacemos porque si queremos ayudar, es porque en algún momento hemos necesitado ayuda y sabemos la importancia que es que nos ayuden. Me hice terapeuta de parejas y me enfrasqué en la infidelidad porque mis padres cometieron esos errores. Ahora puedo entender por qué lo hicieron. Ya los perdoné, ellos también me perdonaron. Eso es lo bueno de estudiar Psicología: que te transforma, te ayuda cuando realmente haces terapia. Cuando no haces terapia, la psicología te vuelve solamente alguien que razona desde la psicología, pero no cambia.

—¿Es mito o verdad que cuando conversas con un psicólogo, todo el tiempo te va analizando?

—Es otro mito. Si conversas conmigo, hay cosas naturales que salen de mí. Por ejemplo, el tono de voz, tu postura corporal, el cómo pagues, el cómo tú comas o el cómo trates a tu pareja, me da un análisis, me da información que tengo como psicólogo. ¿Crees que voy a estar analizando a todas las personas si no me han pagado? No, porque es una chamba, que implica alta concentración y escuchar con atención plena. Pero cuando nos proponemos analizar a alguien que nos interesa, sí lo hacemos y muy rápidamente. Es más, los psicólogos somos recontra hipócritas. ¿Por qué? Porque tú le puedes decir ‘no me estés analizando’ y este puede decir ‘no’, pero ya te está analizando.

Sanmarquina de corazón y comunicadora por vocación con más de 10 años de experiencia en redacción digital. Amo viajar, trekkear y contar historias. Me interesan temas de turismo, de entretenimiento y de coyuntura social.