"Les pido, jóvenes peruanos, que las emociones negativas heredadas del pasado no limiten los objetivos que tenemos que alcanzar para terminar de vencer la pobreza […]. No nos dejemos llevar por el odio, no paralicemos nuestro país, pasemos esta página y trabajemos juntos por nuestro futuro”. Tales fueron las palabras del Sr. Kuczynski, la noche del 25 de diciembre último, tratando de justificar el indulto ilegal e inmoral que acababa de otorgar al asesino y ladrón Alberto Fujimori la víspera, e insinuando de paso que los miles de jóvenes que ya habían empezado a movilizarse incluso en Nochebuena, se estaban dejando llevar por el odio y pretendían paralizar el país. La respuesta no se hizo esperar y fue contundente. El 28 de diciembre decenas de miles de jóvenes, mujeres, familias enteras se volcaban a las calles a lo largo y ancho del país para rechazar el indulto calificándolo como un insulto, una afrenta a la memoria de las víctimas, al dolor de sus familiares, a la justicia misma y a la dignidad nacional. A nadie le cabía duda alguna de que el indulto no se había dado por razones humanitarias sido como resultado de una negociación política bajo la mesa. En efecto, el indulto es mucho más que un trámite administrativo, es un perverso mensaje de impunidad que pretende hundirnos en el cinismo absoluto. Si alguien con el haber delincuencial de Fujimori -que nunca ha reconocido sus delitos, pedido perdón ni pagado un céntimo de reparación civil- es indultado, estamos tirando por la borda la noción de justicia. Y no solo hubo un canje de indulto por vacancia sino también la pretensión de sellar un pacto de impunidad para todos los corruptos, retroactivo y hacia el futuro. “Con certeza, apoyamos a todos. A Toledo, Alan García, Humala, a Keiko”, ha confesado Marcelo Odebrecht, ex CEO de la constructora brasileña, al tiempo de señalar también que contrataron a Kuczysnki, luego de que este fuera ministro, como consultor “para curar heridas”. Como todos están comprometidos, los escenarios para ellos son o copar el Sistema de Justicia -y en eso el alanismo y el fujimorismo llevan la delantera- o cubrirse las espaldas entre todos. Por eso es fundamental asegurar que el interrogatorio a Barata, el que repartía la plata, que se llevará a cabo en las próximas semanas sea imparcial y exhaustivo. Y es fundamental asegurar la máxima vigilancia desde los sectores democráticos respecto a lo que pasa en el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Consejo Nacional de la Magistratura o el Tribunal Constitucional, hoy acechados por quienes quieren eludir la justicia. Pero el pacto de impunidad no lo es solo para eludir la justicia sino además para poder seguir saqueando el país a sus anchas como lo vienen haciendo, por turnos, en las últimas décadas. Pretenden un pacto para mantener las viejas reglas de juego que les han permitido hacer negociazos con todo, con nuestro territorio, nuestros recursos, con los derechos de la gente, a punta de “lobbies”, puertas giratorias, flexibilizaciones, campañas electorales millonarias -que son también un festín para ciertos medios de comunicación. Pretenden que creamos que esas sus viejas reglas de juego son LA democracia. Mentira, su “democracia” y su “reconciliación” son solo estratagemas para mantener sus privilegios, sus negociazos y su impunidad. Es hora de recuperar el verdadero sentido de la democracia, cuya expresión hoy no está en el espectro de la clase política tradicional adepta a negociar y pactar bajo la mesa sus negocios e impunidades, sino en los miles de ciudadanos que hoy se movilizan en las calles con indignación, pero también con coraje, esperanza y amor a la Patria. Ahí está el poder constituyente para un nuevo Perú.