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La guerra, la paz y otros relatos salvajes, por Ariela Ruiz Caro

“La OTAN se resiste a reconocer que ha perdido la guerra en Ucrania”. 

Al cumplirse dos años de la invasión de Rusia a Ucrania, y cuando la victoria militar del primero frente a la OTAN es ostensible y los combatientes ucranianos, invadidos por la derrota y desesperanza, no pueden más con su alma, al presidente de Francia no se le ha ocurrido mejor idea que revolver el avispero europeo al decir que la derrota de Rusia es necesaria para garantizar la seguridad colectiva y la estabilidad de esa región y, por lo tanto, que no hay que excluir el envío de tropas de combate a Ucrania.

El anuncio lo hizo frente a una veintena de jefes de Estado, principalmente europeos, en una conferencia en apoyo a ese país. Su propuesta fue rechazada tajantemente por los participantes y por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Dimitri Petkov, el secretario de prensa de Vladimir Putin, dijo inmediatamente que “en este caso, no debemos hablar de la probabilidad, sino de la inevitabilidad de un conflicto”. Y el canciller ruso, Serguéi Lavrov, lo enanizó al mencionar que le parece que “aquellos que no solo expresan tales pensamientos, sino que incluso los admiten en su cabeza, deberían utilizarla para pensamientos más racionales, más seguros para Europa”. Tiene razón.

Es difícil creer que las declaraciones de Macron no hayan sido conversadas, con alguno/s de los que se opusieron al envío de tropas. La OTAN no tiene interés en la paz. Ayer la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó que la Unión Europea debería considerar la posibilidad de utilizar los activos rusos congelados para comprar material militar para Ucrania. Al mismo tiempo, la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, señaló la urgencia de que el G7 (los países occidentales más ricos) alcance un acuerdo para redirigir los activos rusos a Ucrania para apoyar la resistencia continua y su reconstrucción a largo plazo.

La OTAN se resiste a reconocer que ha perdido la guerra en Ucrania. No se trata de que los Congresos aprueben la compra y el envío de armamento —y cebar con dinero al complejo industrial militar vía la emisión monetaria sin respaldo—. Es imprescindible alcanzar un acuerdo de paz y detener el derramamiento de sangre ucraniana y también rusa.  

En su interés por prolongar la guerra, siembran un sentimiento de rusofobia. La muerte del opositor Alexej Nawalny, recluido en una prisión de Siberia, fue inmediatamente atribuida a Putin sin que hubiera la más mínima investigación. Casi todos los medios tradicionales compraron la narrativa del “asesino dictador de Moscú” y así se instaló en la opinión pública mundial. No es que Putin no fuera capaz de hacerlo. Pero ¿para qué asesinar a Nawalny cuando no representaba ningún peligro para su candidatura presidencial en marzo, cuando había ganado militarmente la guerra y cuando la entrevista realizada por el estadounidense Tucker Carlson, vista por más de 200 millones de personas, le permitió transmitir su posición frente a la OTAN, Ucrania y su interés por alcanzar la paz?

Su muerte, que según las autoridades rusas se debió a la formación de un coágulo —versión que coincide con la información brindada una semana después por el jefe del servicio de inteligencia ucraniana, Kyrylo Budanow— tuvo lugar un día antes de la Conferencia Anual de Paz y Seguridad de Múnich de la OTAN, donde su viuda, Yulia Nawalnaya, realizó una presentación. Además, dio lugar a que Biden lo tildara de hijo de p*** —antes de recibir en la Casa Blanca a la madre y a la viuda y a que la Unión Europea armara un nuevo paquete de sanciones económicas, el décimo tercero— que no han impedido que Rusia haya crecido 3,2% el año pasado y que Europa, en particular Alemania, otrora la locomotora europea, se hayan convertido en furgón de cola de la economía mundial.

Europa no solo se está suicidando económicamente al renunciar a la energía barata que le suministraba Rusia. Varios Gobiernos son cómplices de los atentados al gasoducto Nordstream 2, que transportaba gas natural desde Rusia a Alemania por el Mar Báltico, —que tanto costó construir por las sanciones impuestas a empresas occidentales que participaban en su construcción en tiempos de Trump— para que le compren gas licuado, más caro y contaminante a EEUU. Como dice el economista estadounidense Thomas Palley, la política exterior de Europa ha sido capturada por los intereses neoconservadores de su país, lo que supone una grave amenaza, tanto para la democracia europea como para la seguridad mundial.

En ese sentido, es importante destacar el comunicado de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, en el que manifiesta su preocupación por la falta de voluntad política para detener la guerra e insta a Rusia y Ucrania a deponer las armas y buscar un acuerdo pacífico y digno para preservar la estabilidad global.

Ariela Ruiz Caro

Latitud sur

Consultora en temas de comercio, integración y recursos naturales en la Cepal, Sela y Aladi. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina, asesora en el Mercosur y Agregada Económica de la Embajada de Perú (2010-2015) en Argentina.