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¿A quién le toca luego?, por Eduardo Villanueva Mansilla

“Capturar el Poder Judicial resulta crítico porque les permitirá controlar elecciones y administración de justicia, y así reelegirse cuanto quieran”.

En tiempos en que hay tantas cosas de las cuales preocuparnos, la consistencia de la coalición oportunista que controla el país es impactante: su única preocupación es luchar contra un fantasma creado por ellos mismos, eso que ahora se llama el vizcarrismo-caviarismo. El uso de este pretexto ridículo ofrece una pista de la precariedad intelectual y de la ausencia de horizontes del proyecto de control del Estado, que la coalición está realizando entre berrinches y leguleyadas.

La coalición se compone de unos grupos que no tienen más interés que en ellos mismos, y otros que tienen odios definidos contra el liberalismo político. Hay cruces como la mezcla de intereses y el odio antiliberal de los izquierdistas de manual tras el cerronismo, esos que dejaron que el Estado se les escape por inútiles; pero otros, como los reaccionarios más puros, detestan a los “caviares” porque no soportan una sociedad liberal y un sistema republicano, y la idea de judicaturas independientes y el Estado de derecho les arranca llantos dignos de Metternich —en su tono, no en su inteligencia.

Capturar el Poder Judicial resulta crítico porque les permitirá controlar elecciones y administración de justicia, y así reelegirse cuanto quieran. Pero como no hay un líder real de esta coalición de odios, se puede imaginar que, de tener que ponerse de acuerdo en cómo conducir el país, los más reaccionarios no soportarían ceder poder a los “dorados” como Acuña o a los “niños” de ese desmonte político que es AP.

Por ahora, con poder pero sin saber para qué usarlo, lo que se puede esperar es cierta coincidencia de odios. El liberalismo político es el blanco lógico, pero casi no existe en el Perú: algún diario, varios medios digitales o regionales, alguna universidad como la PUCP, mucho más no hay. Por mencionar un caso, el Grupo El Comercio es liberal económico, y demasiado burgués a la antigua para entender que el Estado de derecho no existe tan solo para proteger inversiones.

Siendo docente (y autoridad electa) de la PUCP —mucho más diversa y compleja de lo que la prensa de la coalición suele presentar—, sí me parece importante decir que una institución liberal y en buena medida progresista es un blanco obvio para los sectores más reaccionarios, como un fujimorismo que solo existe como resentimiento o como grupos antediluvianos que piensan que el país solo funciona si la mano dura es política de Estado. La única ventaja es la torpeza y las contradicciones de la coalición; el futuro mediato puede ser, en cambio, aún peor, con un autoritario empoderado, y facilitado por la destrucción del Estado de derecho cometida por los que ahora controlan el poder.

Eduardo Villanueva Mansilla

Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.