Terrazas urbanas, por Santiago Dammert

Durante la pandemia del COVID-19 y gracias a la rápida implementación de las guías de acondicionamiento de espacios públicos abiertos del Ministerio de Vivienda, se incrementó muchísimo el uso de espacios colindantes a cafés y restaurantes en distintas ciudades del país, lo cual ha generado un impacto muy positivo en la ciudad. Las terrazas urbanas generan una extensión hacia la calle de la actividad que se da en el ámbito de los comercios privados, llenando las calles de vida. Esto impacta muchísimo en la experiencia que tenemos de la ciudad al caminar, y sus beneficios van más allá de tener calles más activas.

Las terrazas exteriores hacen que los barrios sean más atractivos, tanto para locales como para turistas. Esto significa que más personas quieren ir a un barrio a pasear y por lo tanto a gastar dinero en él, lo cual repercute positivamente en la economía local. Otro beneficio de las terrazas es que generan actividad a lo largo del día, e iluminan las calles durante la noche, incrementando la sensación de seguridad. Las terrazas incrementan el número de personas que ocupan el entorno urbano, lo que genera más “ojos en la calle”, como los llamaba la célebre urbanista Jane Jacobs.

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Jane Jacobs se refería a que mientras más personas participen de la vida de un barrio, se incrementa la incidencia de la vigilancia pasiva, ya que estas personas (por ejemplo, los vecinos o los dueños de cafés o bodegas) tienen un interés natural en que una calle sea segura y alertarán sobre cualquier incidente potencialmente peligroso.

Finalmente, las terrazas urbanas son espacios de encuentro social, que en cualquier pueblo o ciudad tiene un valor enorme. Esto es especialmente cierto para los ancianos y poblaciones con movilidad reducida, ya que les brinda espacios seguros desde donde pueden participar de la vida urbana. Cada nueva terraza nos invita a disfrutar la vida en la ciudad.