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Política

Max Hernández: “Acá, en el Perú, las venganzas políticas son atroces”

El psicoanalista Max Hernández es el secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional. “En toda crisis hay un ganador y un perdedor, y quienes se sienten perdedores tratan de leer lo que ha ocurrido con sus viejas categorías de pensamiento”, menciona.

El psicoanalista y secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional, Max Hernández, responde en la siguiente entrevista sobre los recientes y dramáticos sucesos que terminaron en la asunción del exlegislador Francisco Sagasti como el presidente de transición de la República hasta julio de 2021.

¿La crisis está superada?

Creo que no. Creo que estamos, sí, en un umbral importante hacia la superación, no de la crisis en su conjunto, pero sí de los momentos más…

¿Complicados?

Complicados, sí. El otro día, Maruja Barrig recordaba el título de un libro de Carlos Franco, un gran amigo, y era algo así como “Reforma política: de las ilusiones y las expectativas al desencanto realista”. Yo creo que el movimiento juvenil ha creado una cantidad importante de ilusiones y expectativas, pero estas casi siempre llevan al desencanto. Entonces, ¿cómo dejar la ilusión sin caer en la desilusión? Es una tarea complicada emocionalmente para el individuo y tanto más para una colectividad, más aún si la sociedad es tan plural, fragmentada, incomunicada, dispersa como la nuestra.

¿Lo que me dice es que el reto será como gestionar estas expectativas que ha despertado la movilización masiva?

Sí, estoy de acuerdo. Y diría, además, que en toda crisis hay un ganador y un perdedor, y quienes se sienten perdedores tratan de leer lo que ha ocurrido con sus viejas categorías de pensamiento.

La manipulación…

Claro. Entonces, dicen que los jóvenes fueron manipulados…

Manuel Merino de Lama dijo que las movilizaciones habían sido financiadas. Es una excusa muy simplona.

Lo que le diría no es que sea una excusa. Es una forma de pensar de quienes creen que hay una jerarquía, de quienes creen que tienen la verdad, la visión correcta, de quienes creen que existe un único orden, y no pueden pensar lo que ocurre recurriendo a nuevas categorías. Se lo dice un hombre bien viejo, como yo, que permanentemente tiene que ajustar su pensamiento para entender a cada uno de sus pacientes.

Tiene que reactualizarse.

Tengo que reactualizarme y, además, darme cuenta de que no sé nada porque, en el caso de mis pacientes, recurrir a categorías –obseso compulsivo, narcisismo patológico, bipolaridad– no me permite entender cómo cada quien vive su histeria, su bipolaridad, su dolor personal.

Es decir, la hipótesis de que las masas fueron manipuladas para salir a protestar no tiene ningún sentido.

Para mí, no.

¿Cómo se puede explicar esta desconexión de los políticos con los ciudadanos? La gente no quería la vacancia. Igual la perpetraron.

El problema grave es que ya no es que este Congreso está desprestigiado, o que el anterior o que el anterior a ese. El problema es que la institución misma del Congreso es la que sufre un desprestigio, y eso es gravísimo, porque representa al pueblo. Para tratar de responder a su pregunta, le diría que en este Parlamento convergen voces jamás escuchadas antes. Determinados partidos o miembros de partidos traen una suerte de profunda vocación de pueblo pero, también, convergen intereses económicos muy fuertes. No puedo entender la necesidad de producir vacancia tras vacancia. Tampoco entiendo la recurrencia permanente al Tribunal Constitucional. Me dicen amigos que conocen de teoría constitucional que el gran arquitecto de los TC, (Hans) Kelsen, decía que su peligro fundamental es que se le use para reclamos políticos. Y acá vemos que está utilizado para eso. Uno ve franjas demasiado ambiguas, demasiado abiertas a una interpretación. Esta crisis tiene que acabar y así será si las elecciones producen un conjunto de gentes que piensen realmente en el país.

Uno puede debatir constitucionalmente la vacancia. Creo que el argumento de fondo es por qué avanzar hacia ella cuando la gente no quería eso.

Estoy de acuerdo con eso. Se creyó en ese momento que había una posibilidad de hacerlo y, por otro lado, todos somos humanos, y la gente que entra en la política -lo decía Stefan Zweig- lo hace, aparte de la vocación de servicio, o por vanidad o por ambición. Con esto no digo que la gente entra solo a la política por vanidad o ambición.

¿Esperaba una reacción así de los jóvenes? ¿O se sorprendió?

Le digo que para mí fue una gran sorpresa. ¿Por qué? Porque yo no sigo las redes, las sigo a través de mis hijos y nietos, y me llegan algunas cosas. Tal parece que se estaba germinando…

Algo importante.

Exacto. Si uno piensa, primero, en esa manifestación contra la “ley pulpín” o en la manifestación de “ni una menos”, se ve un ideal de juventud que se iba percibiendo de diversas maneras. Quiero decir que no tendría que haber sido una sorpresa para mí, pero sí lo sentí como tal, y grata. Esto ha sido un acontecimiento en el sentido radical de la palabra, una revelación que cambia las cosas, no un evento cotidiano.

¿Una ruptura, un quiebre, una posibilidad de construir algo nuevo?

Diría que una posibilidad. No solamente estoy siendo quisquilloso con la palabra. Estoy queriendo ser preciso porque, creo, necesitamos pensar. Los intelectuales, los políticos, los periodistas tienen el deber de desempaquetar los contenidos en los reclamos de los jóvenes.

¿Qué expectativas tiene del gobierno de Francisco Sagasti? Sé que es su amigo, que no es imparcial.

Sí, sí, sí. Soy terriblemente parcial porque tengo, de verdad, la mayor expectativa. Tengo confianza y respeto en Francisco, en su talento, en su vocación de servicio, en su compromiso con el país y los ideales republicanos. Espero que las cosas vayan bien pero no puedo evitar -usted mismo lo ha plantado- que la amistad influya en las cosas que voy diciendo, ¿no es cierto? Mire, es un momento crucial y no sé cómo se llegó a lo que se llegó. Sé que se estudiará.

Bueno, parte de la respuesta está en la propia irresponsabilidad de los vacadores.

Por supuesto, pero esa irresponsabilidad podía haber llevado a otra solución. Quizás se dieron cuenta de que la única carta que podía permitir una transición y preservar un grado de institucionalidad era Francisco Sagasti.

Pero la llegada de Sagasti al poder es la consecuencia de la irresponsabilidad previa.

Sí, sí. Ahora que habla de irresponsabilidad, hay algo importante. Acá estamos acostumbrados a pedirle a la gente que asuma su culpa y su castigo, porque tenemos una sociedad punitiva.

Nos encanta que se flagelen, ¿no?

Que se flagelen o flagelar. Pero lo que necesitamos es una cultura de la responsabilidad. Si un asaltante me corta y quiero capturar al responsable, no estoy teniendo responsabilidad con mi vida porque en ese momento lo que debo hacer es parar la hemorragia. Esta inmensa diferencia que parece tan sutil, entre culpa y responsabilidad, es absolutamente necesaria. No dudo de que el sentimiento de culpa promueve cambios, pero eso solo no puede producir cambios en la psicología social de los pueblos. ¿Qué se puede hacer? Una vasta reflexión.

¿Qué piensa de las voces que reclaman una nueva Constitución? Este combate entre poderes ¿no da cuenta de un agotamiento constitucional?

Usted está poniendo énfasis en la necesidad de que la Constitución preserve una lógica de equilibrio de poderes, mejor que la que está consagrada. De eso, no cabe duda. También se pide cambio constitucional por otras razones…

El modelo económico.

El modelo económico, y etcétera. ¿Qué es lo que yo creo? Trato de distinguir entre el momento de los jóvenes que fue destituyente y un momento que podría abrirse ahora de carácter instituyente, para permitir las bases hacia un momento constituyente. Tenemos que pensar. Este es un momento muy importante, no para que alguien agarre un kit y nos diga que ya tiene las firmas para una nueva Constitución, porque lo que quieren esas personas, me temo, no es tanto una nueva carta sino ser ellos los constituyentes. Disculpe que hable así. A estas alturas de mi vida…

Ya no cree mucho en ciertas cosas…

Cuando menos, en los peces de colores ya no. Entonces, sí creo que es necesaria la gran conversación sobre el tema.

El viernes, el expresidente, Martín Vizcarra anunció que postulará al Congreso. No puedo evitar pedirle su opinión al respecto.

Mire, yo no tuve, en los momentos iniciales, simpatía por el expresidente Vizcarra.

Ah, mire.

En los momentos iniciales. Cuando asumió tareas importantes, comencé a tener una actitud mucho más receptiva y mucho más valorativa, a favor. Cuando Vizcarra se aproximó al Acuerdo Nacional, mi simpatía fue mayor. Yo no estaba entonces en la secretaría ejecutiva. Cuando decidió no hacer mayor problema por su salida, sabiendo que había sido una vacancia…

¿Amañada?

– Complicada, mi respeto por él fue en ascenso. Con esta decisión, lamentablemente, no es que vuelva a mi apreciación inicial que era excesivamente crítica, pero, en fin…

¿Ha perdido puntos?

Sí, pues, puntos. Pero esto es en mi estima personal. En mi estima personal, por ejemplo Maradona podrá haber hecho lo que le dio la gana, pero sigue invicto en mi corazón. Yo puedo mantener puntos frente a ciertas cosas que alguna otra gente tacharía. Claro, acá estamos hablando de un gesto político. Ahora, es cierto también que tiene que protegerse, ¿no? Y acá en el Perú las venganzas políticas son atroces.

“Judicializar la política no es bueno para nada”

¿Entiende la decisión del expresidente Martín Vizcarra como una estrategia política, entonces?

Sí, sí. Penosa, pero, bueno, la política es así pues, ¿no?

No siempre tiene que ser penosa, ¿no?

Sí, bueno. Está bueno eso. Es que a veces con estas cosas me agarra un aire melancólico.

¿Cree que el Congreso le hará la vida más tolerable al presidente Sagasti?

Yo creo que sí.

¿No teme que se estén reagrupando ciertas fuerzas?

Seguro, seguro que se están reagrupando, pero ya creo que tiene un sabor a reagrupamiento nostálgico.

¿Poco realista?

Poco realista. Mire, Sagasti ha dicho entre líneas que excluir al fujimorismo de las elecciones sería peligroso. Lo ha dicho, entre líneas, con la reunión con Keiko Fujimori. Yo también creo que sería gravísimo pretender excluirla a ella y a su partido de la justa electoral. No hablo para nada como secretario del Acuerdo Nacional. No quiero que se entienda eso. Esta es una posición personal. Lo que yo considero es que los problemas políticos deben dirimirse en la política, que la justicia tiene un deber que cumplir, pero creo que judicializar la política no es bueno para nada. Entiendo que hay momentos en que uno quiere castigar, entiendo que la corrupción es brutalmente dañina para el país. Creo que la corrupción es sistémica, que existe, como se dice, por calles y plazas. Pero la idea de que friendo a cuatro peces gordos, a cuatro grandes políticos y a cuatro grandes empresarios la corrupción se fue, eso no tiene sentido. Y ya no me expando más porque entro en lógicas que parecen mucho más difíciles. Podemos conversar después algunas cosas.

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Profesión; periodista. Doctor por la Universidad de Salamanca (Instituto de Iberoamérica).