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Política

Keiko 2020

Torrente de información en un caso clave de corrupción.

EDITORIAL
EDITORIAL

En el contexto del nuevo pedido de prisión preventiva de Keiko Fujimori solicitado por la Fiscalía, se han presentado por parte de esta un cúmulo de evidencias que convierten en un torrente las acusaciones contra quien fuera el 2016 una de las aspirantes a gobernar el país, lo que no logró por un puñado de votos.

La información es tan maciza como nutrida y comprometedora. Los nuevos elementos de convicción incluyen las declaraciones de los empresarios Dionisio Romero, Vito Rodríguez y Manuel Gubbins, aportantes ocultos de Fuerza Popular, y la documentada relación de 26 nuevos falsos aportantes entre los cuales se encuentran familiares de dos legisladores fujimoristas y un actual integrante del Tribunal Constitucional, promotor del fallo que le dio la libertad a Fujimori en noviembre pasado.

El torrente de datos hacen que el nuevo pedido de prisión preventiva alcance una batería de delitos: lavado de activos, asociación ilícita para delinquir, organización criminal, obstrucción a la justicia, falsa declaración en proceso administrativo, fraude procesal y falsedad genérica.

Las revelaciones descubren facetas imaginadas de la excandidata fujimorista, y que más allá de lo penal revelan prácticas bochornosas y vedadas de una política dispuesta contra la elemental ética, como presentar informes falsos a la ONPE -ya no solo omisiones- o pedir a los empresarios del llamado ‘Club de la Construcción’ que mediante una colecta mensual de dinero la mantengan. Todo ello es simplemente vergonzoso.

Su defensa luce desarmada y exánime, abrumada por la cantidad de testimonios, datos y detalles, al punto de que solo le queda llevar adelante una pugna personal contra el fiscal José Domingo Pérez, sin posibilidades de demostrar que su patrocinada no tuvo contacto con los activos y el manejo de dinero ilegal y sucio, y no ideó y ejecutó el plan de “pitufear” el dinero oscuro.

El torrente de información ha paralizado al fujimorismo, ya en desbandada, que ha dejado de defender a su líder, convirtiendo la campaña electoral en un cementerio. Los grupos conservadores que hasta hace poco defendían a Fujimori desde una opción supuestamente democrática miran hacia otro lado mientras que la otrora poderosa política se ha refugiado en videos caseros y religiosos, y en una respuesta familiar a sus problemas judiciales. Su anuncio de abandono de la política es una coartada procesal para no volver a prisión, pero no deja de ser la expulsión de la política por mano propia debido al volumen de los datos que la incriminan.