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Política

Listas marcadas

Por uno bueno pueden entrar varios malos al Congreso.

Editorial
Editorial

La campaña electoral ingresa en breve a su fase decisiva luego de la inscripción de las listas de candidatos. En buena parte de ellas, las principales sorpresas son las desagradables, resultado de un escaso ejercicio de la democracia interna, un déficit que marca la elaboración de la oferta electoral.

No se trata de los partidos conocidos por su firme compromiso con la corrupción y resistentes a la reforma judicial y política, que intentan hacer del nuevo Parlamento otra plataforma de obstrucción y protección de los investigados por delitos. Se trata de otros grupos que intentan brindar una imagen de respaldo a las expectativas de mejorar la política y la representación.

Varias personas que ejercen un positivo liderazgo social y concitan adhesiones debido a su trayectoria personal figuran en listas que, no obstante, están lideradas o tienen como principales candidatos a personajes cuestionados, o son grupos políticos dirigidos por quienes tienen cuentas con la justicia o arrastran un desempeño reprochable. En Lima, por ejemplo, se constata que las listas de Alianza para el Progreso (APP) y Somos Perú llevan en los primeros lugares a quienes, de ser elegidos, se colocarán en el lado oscuro de la política, donde además estuvieron y se encuentran actualmente.

También en Lima, es el caso de Podemos, aunque por otra razón: el partido es propiedad de un político y empresario acusado con evidencias de conseguir la inscripción precisamente de ese grupo político con métodos vedados, revelados por una funcionaria de la ONPE, además de su relación con implicados en la trama de los Cuellos Blancos.

En estos casos, los buenos aspirantes compartirán listas y campaña electoral con los denunciados, una complicada asociación en la que se busca que los candidatos reconocidos y con arrastre sean las locomotoras de los descalificados. De ese modo, la acumulación de votos que favorece no solo a los más votados sino a la lista permitirá que por un parlamentario honesto que ingrese al Congreso, ingresen varios indeseables.

Si bien es estimulante que los buenos tomen en la política el lugar de los cuestionados, que es el sentido final de la renovación, es lamentable que para que eso suceda, esos buenos tengan que aliarse con los malos. En ese punto reside la necesidad de que, a pocos días del cierre del plazo para la inscripción de los candidatos, los aspirantes a la renovación demanden y consigan la depuración de las listas, para no ser utilizados para la prolongación de lo que se desea cambiar.