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Política

Diálogo: o cacasenos o cínicos

“El peor desenlace, terrible por sus imprevisibles consecuencias, es el de la persistencia de la crisis actual hasta el 2021”.

Tafur
Tafur

Si a estas alturas del partido existe todavía quien insista en el diálogo entre Ejecutivo y Legislativo como la mejor forma de remediar la crisis política, o es un cacaseno redomado o es un operador taimado del fujiaprismo.

Resulta más que evidente el propósito irreductible de la oposición por arrinconar al Gobierno y volverlo inútil. En el afán de utilizarlo como contraejemplo en la siguiente elección arguyendo que el país se equivocó al no brindarle la presidencia a Keiko Fujimori, ya no repara en nada.

La oposición está enceguecida, no se percata de que dicha estrategia ya se desbordó. Si en un comienzo podía ser una fórmula entendible para cosechar adhesiones futuras, ahora se ha desquiciado, poniendo de manifiesto pulsiones suicidas en sus portavoces. El mayor daño político generado por la crisis no ha sido infligido al Gobierno sino a la oposición: mientras Vizcarra goza de una alta popularidad, el keikismo se ha destruido.

¿Acaso creen los entusiastas del diálogo que, contra toda evidencia, ese camino es posible? ¿Por lo pronto, creen que Pedro Olaechea tiene el poder suficiente para que su palabra comprometa a la bancada de Fuerza Popular? ¿Piensan, so ventura, que el fujikeikismo está dispuesto a sentarse, diseñar un plan mínimo de gobernabilidad de acá al 2021 y descartar cualquier intento futuro de sabotaje o vacancia presidencial? ¿En serio?

El keikismo y sus compañeros apristas de ruta nunca aceptaron la derrota, quisieron trastocar su mayoría congresal en potestad ejecutiva y así pretendieron convertir al presidente de la República en una marioneta. Contaron con la complacencia de un mandatario políticamente tonto como PPK y a pesar de ello nunca cejaron en el intento de desalojarlo de Palacio. Vizcarra los saca de quicio porque les ha salido respondón y se ha dado cuenta de que la conciliación sumisa es inviable y que legítimamente debe convocar el respaldo popular para derrotar a un establishment que lo quiere aniquilar.

PPK debió disolver este Congreso a la primera de bastos, pero mal aconsejado por ministros tan pusilánimes como él, creyó que sonreír mientras lo agarraban a cachetadas o zarandeaban a su gobierno a punta de insultos, interpelaciones, citaciones caprichosas y demás, era lo mejor. Si lo hubiera hecho y el pueblo, con sabiduría democrática, hubiese recompuesto un Congreso disfuncional, otro sería el cantar.

Aún no es tarde, sin embargo. Vizcarra ha propuesto el adelanto de elecciones generales como una fórmula intermedia para romper la disyuntiva vacancia-disolución, pero al parecer la tozudez fujiaprista no lo quiere entender y se empecina en el rechazo. De persistir la irracionalidad, corresponde que Vizcarra haga cuestión de confianza, disuelva este Congreso, convoque a elecciones parlamentarias y se apreste a gobernar dos años más, hasta el 2021, ya sin la compañía de un Legislativo obstaculizador.

El escenario menos malo de todos es el adelanto de elecciones (quizás agregando al referéndum propuesto la restauración de la bicameralidad). Zanja la crisis y quita piso a los aventureros que salivan con el deterioro paulatino del orden político. El segundo menos malo es la disolución del Legislativo (la continuidad de la medianía vizcarrista por dos años más tampoco es algo que entusiasme). El peor desenlace, terrible por sus imprevisibles consecuencias, es el de la persistencia de la crisis actual hasta el 2021.

La del estribo: en cartelera Norte y El viaje de Javier Heraud, muy buenas película y documental nacionales. La primera dirigida por Fabrizio Aguilar y el segundo por Javier Corcuera.

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