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Política

Orgullo por la libertad

“La democracia y la economía de mercado generan profundos cambios en lo cotidiano y abren los espacios de libertad individual...”.

JUAN CARLOS TAFUR
JUAN CARLOS TAFUR

La llegada de una marcha cívica LGTBIQ+ a la Plaza Bolívar y el frontis del Congreso de la República es un cabal símbolo del camino indetenible que recorremos a favor del reconocimiento de igualdad de derechos de todos los ciudadanos peruanos.

No se trata de invocar un ejercicio de conmiseración frente a una población minoritaria, sino del reconocimiento justo de la diversidad y el correspondiente ejercicio cívico. La batalla de las mentes se está ganando (véase las últimas encuestas del IEP e Ipsos al respecto), pero el camino está lleno de obstáculos que es necesario afrontar. No cabe ninguna discriminación legal. El derecho no puede marchar contra la evolución libertaria de la humanidad.

En términos psicoanalíticos -disciplina que más ha estudiado las múltiples vicisitudes del erotismo-, no se halla diferencia estructural alguna, mucho menos en términos de salud psíquica, entre una persona heterosexual y una homosexual, trans, bisexual o queer. Fuera de irrelevantes curvas estadísticas, son tan normales unas como las otras. No hay fallas ni minusvalías.

La naturaleza psíquica de la pulsión sexual abre el espacio para que sea posible todo el universo de posibles identificaciones que se produce a lo largo de la vida de una persona, las mismas que no dependen en absoluto de la genética o de la biología y son el sustrato de nuestra identidad de género. Somos seres psíquicos. No somos animales, precisamente porque nos hemos podido liberar de los imperativos del instinto.

El erotismo humano es, técnicamente hablando, una per-versión (“otra versión”) del instinto. Una maravillosa perversión, que es la que nos provee una identidad sexual no determinada por nuestros cromosomas, y es la que nos ha permitido, a lo largo de la civilización, el disfrute cada vez más libre del placer erótico.

La manifestación de las múltiples y variadas identidades de género es una explosión de libertad. No es una muestra de la decadencia cultural de Occidente, como se empeñan en señalar los voceros de la caverna ultraconservadora, sino, por el contrario, un signo de modernidad. La lucha feminista y la que propugna la igualdad de derechos de la comunidad LGTBIQ+ son las dos más grandes peleas culturales y políticas de nuestros tiempos.

Es imperativo por ello dar la batalla para que el enfoque de género siga siendo una política de Estado. A través de nuestro sistema educativo se debe enseñar la mejor educación cívica, como es el respeto a las libertades y a la diversidad. De eso se trata.

La modernidad marcha a renglón seguido de la profundización de nuestras libertades políticas y económicas. El orden capitalista liberal no es patriarcal y baluarte de un statu quo falocentrista. La democracia y la economía de mercado generan profundos cambios en lo cotidiano y abren los espacios de libertad individual que a su vez presionan a favor del paulatino desembalse de variopintas identidades de género.

La apuesta liberal no puede restringirse, por ello, a la defensa de las libertades económicas o políticas sino que debe hacer suya la tarea de instaurar a plenitud las libertades morales. Corresponden a la esencia del pensamiento liberal. No es íntegro el menjunje de quienes creen que se pueda elegir una o dos de ellas como parte de un antojadizo menú.

La del estribo: Los elefantes es una comedia de polendas. Con la dramaturgia y dirección de Ronnie Farfán, y las actuaciones de Denise Arregui, Javier Valdés, Claret Quea y Tadeo Congrains, va en Amaru Casa Cultural hasta el 21 de julio. Ha sido ganadora del concurso de dramaturgia Sala de Parto del 2017.


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