Hay un miedo muy grande a dejar que las chicas sean más libres de sus movimientos y decisiones. Nada es más castrante para el machismo.,En la inveterada tradición de traducir de manera execrable los títulos de las películas, la de Some like it hot de Billy Wilder (1959) debe ser uno de los mejores ejemplos. También se la conoce como “Una Eva y Dos Adanes”, lo que no cambia mucho el grado de estupidez. Pero la razón por la que la he puesto como título de esta nota tiene que ver con la actualidad, peruana y mundial. En efecto, estamos en la temporada de los Óscares y, en el Perú, hay un tórrido –en todos los sentidos– debate acerca del uso de faldas en los uniformes de las escolares. Simultáneamente, siempre hablando de faldas, aunque en este caso el término preciso sea sotanas, en el Vaticano se ha realizado la cumbre sobre pederastia entre sus filas, con el correspondiente encubrimiento. Solo en el caso de Maciel en México, esta modalidad de privilegiar a la Iglesia sobre las víctimas, duró más de 60 años. La de Figari va por buen camino, como lo atestigua el silencio del Sodalicio ante los abusos judiciales de su obispo Eguren, en Piura, contra los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz. A buen entendedor, juezas ad hoc. Este popurrí de asuntos terrenales a más no poder, aunque la coartada sea divina, ¿tiene relación con el debate de las faldas y el cine? En opinión de este psicoanalista entrometido en los asuntos de la polis, existe un lazo que los amarra. Aunque es grande la tentación de remitir todo a las pulsiones que presionan por los pasajes al acto, es imposible entender ese vínculo perverso sin tomar en cuenta la cuestión del poder. Sí, hay un goce erótico en exigir que las niñas vayan a la escuela con falda y, como exige Yola Polastri en un tuit, que aprendan a usarla con elegancia. Pero también hay un miedo muy grande a dejar que las chicas sean más libres de sus movimientos y decisiones. Nada es más castrante para el machismo –que no es solo cosa de hombres– que una mujer empoderada que se apropia –hasta donde esto sea posible– de su deseo. De ahí que un asunto en apariencia tan banal, adquiera dimensiones de trascendencia insólita. Dejar que las sometidas y los sometidos recuperen su voz y derechos, es un grave riesgo para los conservadores que viven de esa hegemonía. El Papa, para ir a la cabeza, ha declarado que “todo feminismo acaba siendo un machismo con falda”. Lo cual me exime de más comentarios.