¡Basta ya!

Las instituciones deben frenar el intento delictivo de copar el Estado.

La violencia ya no parece tener freno. Se asesina a choferes y mototaxistas para que el negocio ilícito de la extorsión se logre apoderar totalmente del servicio de transporte de pasajeros, que ya está siendo dominado en un alto porcentaje por la criminalidad. Los carteles amenazantes dan cuenta de un enfrentamiento entre bandas que reclaman control territorial de las calles para cobrar cupos a las empresas que dan el servicio.

Son hechos que van sucediendo sin que exista la más mínima iniciativa por parte de las autoridades para poner freno a una situación que a estas alturas ya está desbocada. El caso más reciente lo constituye el crimen de un mototaxista en un paradero formal en Comas. El día anterior, un ómnibus repleto de pasajeros en Villa María del Triunfo fue abaleado por sicarios que buscaron ultimar al chofer, quien quedó malherido.

Son situaciones que no sirven para alertar a la autoridad, enfrascada en peleas públicamente ventiladas contra el Ministerio Público mientras se van conociendo las razones eminentemente políticas y vinculadas al caso que involucra al hermano de la presidenta, Nicanor Boluarte, para desmantelar la Diviac. El ministro del Interior ha sido sindicado como operador de la desaparición de esta dependencia policial solo para favorecer al hermano presidencial, inmerso en una investigación por corrupción.

Y dónde están las organizaciones políticas, las representaciones gremiales, la academia y la comunidad, cuando todo parece discurrir hacia un escenario de toma de control de la delincuencia. El país dominado por bandas que se enfrentan por los negocios ilícitos —minería ilegal, trata de personas, sicariato, entre otros— ya no es una fantasía ni una exageración. Asistimos a la captura del Estado por parte de promotores de comercios ilegales que operan a la vista y paciencia de las autoridades. Si no hay una respuesta adecuada por parte de la sociedad en su conjunto, el Perú podría tornarse en un país invivible e irrecuperable. Estamos al borde del abismo. Es la hora de decir ¡basta ya!

La República

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