Se acaba de reeditar La fuerza histórica de los pobres, libro del teólogo y pensador peruano Gustavo Gutiérrez de renombre internacional. Su obra sigue despertando un gran interés en el mundo de las ideas y en el trabajo pastoral de la Iglesia.
Este libro recoge ocho trabajos escritos en la década de los 70. Aquella fue una época muy intensa en la vida del Perú, de Latinoamérica y de la Iglesia católica. Gutiérrez reflexiona en cada texto sobre los desafíos que implica ese momento fuertemente marcado por la irrupción de los sectores populares en el escenario político y social. Y señala la contradicción que supone la experiencia de pobreza, un continente marcado por una fuerte presencia de la Iglesia que se mantiene hasta hoy.
Simultáneamente, a la efervescencia política en la mayor parte de nuestra región, la Iglesia experimentaba en esa época una gran vitalidad alentada por el Concilio Vaticano II y por su concreción para nosotros en la Conferencia de Obispos de Medellín. Estos procesos produjeron una confrontación política y eclesial importante. En el ámbito político, en varios países se dieron golpes militares que reprimieron de manera cruenta las irrupciones populares. En el ámbito de la Iglesia, una novedad fue que vivió esa confrontación con el costo de la vida de muchos sacerdotes, religiosas y religiosas, laicos y laicas asesinados por defender la vida de los pobres y por anunciar el mensaje de justicia y fraternidad del Evangelio. El asesinato de Mons. Oscar Romero en marzo de 1980 fue uno de los casos más emblemáticos. Esa presencia de la Iglesia, en medio de los sectores populares, había aumentado mucho su cercanía luego del Vaticano II y de la Conferencia de Medellín. La conflictividad dentro del ámbito eclesial produjo que grupos cuestionadores de la perspectiva de la teología de la liberación, que Gutiérrez y otros propugnaron entonces, se cerraran a comprender su valor y su aporte muchas veces como signo de coherencia evangelizadora y más bien buscaran cuestionar su ortodoxia.
Pasados 50 años de haber sido escritos estos trabajos, se ha avanzado mucho verificando la solidez del planteamiento teológico de Gutiérrez. Situándose siempre en la realidad concreta de la vida de las mayorías latinoamericanas, Gutiérrez confronta esa situación con el Evangelio, y también a la luz de lo más riguroso y profundo del pensamiento teológico y el magisterio que ha producido el Concilio Vaticano II. Es de ese encuentro que su teología de la liberación extrae la potencia que la caracteriza.
En uno de los ensayos del libro que acaba de reeditarse, Gutiérrez recuerda que “la teología de la liberación es un intento de comprender la fe desde la praxis histórica liberadora y subversiva de los pobres de este mundo”. Asimismo, marca una distancia de otras teologías que surgieron en ese mismo tiempo como la teología del desarrollo o la teología de la revolución puntualizando que la teología de la liberación sitúa “el compromiso político liberador en la perspectiva del don gratuito de la liberación total de Cristo” que es integral y comprende también la liberación personal y subjetiva y la liberación del pecado.
Sin duda, vivimos en Latinoamérica y el mundo un tiempo muy distinto al de los años 70. Los sectores populares latinoamericanos no tienen la capacidad de incidir en la política como la tuvieron entonces. Hoy la vida de las grandes mayorías está marcada por procesos complejos de avances en diversos campos, pero no tiene acceso a la economía que da mayores ingresos y su presencia es casi irrelevante, por lo que el papa argentino Francisco los llama descarnadamente “descartables”. Pero es justo este contraste el que hoy permite ver la hondura de la mirada humana y cristiana de Gutiérrez.
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Su aporte teológico parte de ver más en profundidad y con un horizonte mayor el devenir histórico. La experiencia de debilidad que vive hoy gran parte de nuestra población y la indiferencia social ante su sufrimiento no cancela la vigencia de la buena nueva del mensaje del Evangelio que anuncia que la humanidad tiene una vocación de libertad integral y profunda.
En ese desafío, ante el sufrimiento injusto, se inscribe justamente el magisterio del papa Francisco que llama sin cesar a construir la fraternidad. Ella significa tratar al que sufre como hermano.
En uno de los ensayos de este libro, ‘Desde el reverso de la historia’, Gutiérrez señala la necesidad de leer la historia desde la vida, las luchas y conquistas de los pobres, despreciados e insignificantes. Gutiérrez lo termina así: “Vivir y pensar la fe a partir del universo de ‘los condenados de la tierra’ nos hará tomar caminos poco frecuentados… Entonces se abrirán nuestros ojos y reconoceremos que para decirlo una vez más con Arguedas: Dios es esperanza, Dios alegría, Dios ánimo”.
Su profunda sensibilidad por conocer el mundo de los pobres en el Perú tuvo en su entrañable amistad con José María Arguedas una fuente muy rica. Al halar de este escritor dice que percibió una “coherente y urgente, dolorosa y —a la postre— esperanzada visión del Perú”.
La persistencia de la pobreza y su dureza, así como las ansias de justicia, continúan en el foco de la reflexión de Gutiérrez en sus siguientes libros, como, por ejemplo, Hablar desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job donde se pregunta: ¿cómo hacer teología durante Ayacucho? ¿Cómo anunciar el amor de Dios en medio de tan profundo desprecio por la vida humana? O su acuciosa investigación para entender los costos de la colonia estudiando exhaustivamente a Bartolomé de las Casas y los desafíos que enfrentó en esa primera evangelización.
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Tiempo después, en medio de su siempre fructífera labor docente, Gutiérrez escribió un ensayo que tiene una gran vigencia en el escenario actual peruano e internacional: ¿Dónde dormirán los pobres? Cuando enormes porciones de la humanidad están obligadas a migrar para sobrevivir lejos de sus tierras acosadas por la pobreza o las guerras, Gutiérrez nos recuerda todo lo que falta para hacer realidad el mensaje liberador de Jesús.
Por los años que como directora del CEP, Centro de Estudios y Publicaciones, tuve el gusto y el honor de seguir su producción escrita, celebro la actualidad de su itinerario.
Hoy, cuando ha sido reconocido plenamente en el magisterio de la Iglesia, termino recordando que ante todo él se considera un hombre de fe, un sacerdote apasionado por su pueblo y por hacer presente, en medio de él, el mensaje liberador del Evangelio y de Jesús.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.