¿Por qué debe importarnos el déficit fiscal?, por Miguel Palomino

Si seguimos la tendencia muy negativa de los últimos cuatro años, nos llevaría irremediablemente al desastre, a eso que pensábamos que nunca se repetiría.

Durante muchos años, Juan y María habían trabajado muy duro y se sentían orgullosos de lo que habían logrado para sí y para sus hijos. Gracias a su esfuerzo, vivían en condiciones mucho mejores que las que ellos tuvieron de niños. Pero últimamente Juan y María se mostraban preocupados. Desde hace tiempo ya sus ingresos no les alcanzaban para cubrir sus gastos. Al principio no era por mucho, y por eso primero no se preocuparon, saldrían de este bache y ya, total, siempre habían prosperado y no sería la primera vez que les quedaban cortos los ingresos. Un poco de dinero fiado que lo pagarían rápidamente y saldrían adelante. Pero entonces apareció la pandemia y todos sus planes se vinieron abajo.

Por suerte ninguno se quedó sin trabajo, pero vieron reducidos sus ingresos de acuerdo con las circunstancias y, aunque tuvieron la suerte de no tener que pagar por ningún familiar enfermo (y conocían a muchos que se endeudaron hasta el cuello por hacerlo) y redujeron algunos gastos, fueron dos años muy duros para la familia. Por suerte también, María, que había trabajado en una empresa grande por algunos años, tenía un pequeño fondo en la AFP. Logró retirar esta plata y con eso les alcanzó para cubrir las necesidades más urgentes.

A fines del 2022, el 2023 prometía ser el año en que las cosas mejorarían finalmente para Juan y María. Pero empezó todo el barullo político, que a ellos francamente no les interesaba mucho, bastante tenían con proveer para su propia familia, y de nuevo enfrentaron problemas en el trabajo. Con los ingresos nuevamente reducidos por cosas fuera de su control, Juan y María llegaron a inicios del 2024 con deudas aún no muy grandes, pero que ya no eran menores, y con alta incertidumbre sobre su capacidad de generar ingresos crecientes a futuro.

Sus ahorros ya se los habían gastado con la pandemia y aunque habían explorado la posibilidad de pedirle dinero a un prestamista, rápidamente se dieron cuenta de que, con este, los intereses se los comerían vivos y acabarían mucho peor que al inicio. ¿Qué harían?

Al usar este ejemplo, que se parece a lo vivido por millones de peruanos, también he descrito, mal que bien, lo que le viene sucediendo al Estado peruano. Al final, lo que le ocurre a la mayoría de los peruanos viene a ser lo que le pasa al Estado peruano en su conjunto.

En el ejemplo, a Juan y María les estaba yendo bien hasta que surgió un pequeño problema de gastos que excedían a los ingresos. Temporalmente, pensaban ellos, pero se fue extendiendo hasta que se gastaron sus ahorros. Lo mismo le pasó al Perú. Con la pandemia, el Perú usó sus ahorros de años anteriores (el Fondo de Estabilización Fiscal) y se tuvo que endeudar más. Esto no hubiera sido un gran problema si el país no hubiera dejado de crecer al mismo tiempo.

Hasta la pandemia, el Perú fue el país de mayor crecimiento de la región por más de 20 años, lo cual le permitió multiplicar por 2,5 veces el ingreso por habitante a la vez que los ingresos fiscales se multiplicaron por 5 y el porcentaje de deuda en comparación con el producto se redujo a la sexta parte. ¡Por supuesto que todo el mundo estaba dispuesto a prestarle una pequeña cantidad a un país con semejante récord, y a tasas de interés muy bajas! Por este motivo fue que las agencias calificadoras de deuda le otorgaron a la deuda peruana el “grado de inversión”.

Cuando se generan ingresos crecientes por un largo periodo, se puede soportar un nivel de endeudamiento mayor. Alguien que gana tres mil soles y está aumentando sus ingresos, probablemente, puede lidiar con una deuda total de mil soles. Pero a alguien que genera el ingreso promedio del Perú (unos 1.700 soles) y no espera aumentarlo significativamente a futuro, le costaría mucho hacerlo. Para un país, el crecimiento de los ingresos fiscales le permite financiar una deuda creciente que es, sin embargo, menor en proporción a sus ingresos.

Ahora hablemos de los gastos. Los hogares tienen gastos relativamente fijos. Tener elevados gastos fijos es problemático porque son los que se tienen que pagar independientemente del nivel de ingreso con que cuenten. Existen además los gastos de inversión, como el construir un nuevo cuarto en la vivienda, los cuales suelen ser mucho más flexibles, ya que se adaptan al nivel de ingreso que se tenga.

Un ejemplo de gasto familiar que es más bien fijo es la decisión de tener un hijo. El equivalente aproximado en el Estado es la contratación de personal. Una vez que contrató a alguien, el Estado está obligado a pagar su remuneración en el futuro también.

Finalmente, hablemos de los ingresos. En el hogar, al hacer el presupuesto, es importante saber si los ingresos son más bien variables, como los de un vendedor ambulante, o más bien fijos, como lo sería un salario. Los dos principales ingresos del Estado son el IGV y el impuesto a la renta. Si bien todos los ingresos del Estado dependen del nivel de actividad económica, el que es más variable, como un ingreso de independiente, es el impuesto a la renta. Estos ingresos no deben usarse para financiar gastos fijos.

Entonces, si como en el caso de Juan y María, pero aplicándolo al país en su conjunto, nos preguntáramos: ¿Cuáles son los ingresos del Perú? ¿Están aumentando estos ingresos? ¿Cuáles son y cómo se han portado los gastos del Perú? ¿Qué nivel de deuda tiene el Perú y cuánto nos cuesta tenerla? Finalmente, para ver cuán dispuestos estarían para prestarnos dinero en el largo plazo, tendríamos que preguntarnos: ¿es la evolución de los ingresos y gastos del Perú favorable?

La respuesta a las primeras preguntas es fácil. Una parte de los ingresos fiscales del Perú es muy variable, y depende de cosas que no controlamos, como el precio del cobre. Los ingresos del Perú están cayendo. Los gastos del Perú están aumentando y los gastos fijos, más aún. El nivel de endeudamiento del Perú es bajo aún, pero está aumentando y el costo de endeudarse también.

Pero la respuesta a la pregunta final no es tan fácil. Depende. Si seguimos la tendencia muy negativa de los últimos cuatro años, nos llevaría irremediablemente al desastre, a eso que pensábamos que nunca se repetiría.

Pero si los peruanos somos capaces de revertir la tendencia, otra será la respuesta. Si el Perú logra crecer a las tasas elevadas a las que antes crecíamos, si para hacerlo aumentamos la inversión privada generadora de empleo y si logramos controlar los gastos fijos, habremos triunfado.

Por eso es que es indispensable volver a crecer y hacerlo responsablemente, sin sucumbir a los mensajes de políticos inescrupulosos. Por eso es que nos debe importar a todos mantener el “grado de inversión” y por eso es que el déficit fiscal nos debe importar.
Somos nosotros los que creamos y hacemos realidad el futuro del país. Lo que hay que hacer es claro, no nos podemos volver a equivocar.

Miguel Palomino

De La Oroya. Economista y profesor de la Universidad del Pacífico y Doctor en Finanzas de la Escuela de Wharton de la U. de Pennsylvania. Pdte. del Instituto Peruano de Economía, Director de la Maestría en Finanzas de la U. del Pacífico. Ha sido economista-jefe para AL de Merrill Lynch y dir. gte gral. ML-Perú. Se desempeñó como investigador GRADE.