Por: Eduardo Ugarte, periodista
La Arequipa donde algunos hemos nacido y otros han venido a habitarla, no nació el 15 de agosto de 1540, sino en fecha desconocida, cuando un grupo nómade vio el valle del Chili y supo que podía crear un oasis en el extenso desierto que atraviesa, inventando el paisaje que hoy nos identifica. Desde entonces, muchos grupos étnicos se habrán establecido hasta las reconocidas culturas Wari (200 a.C. – 200 d.C.) y Tiwanaku (900 – 1000 d.C), esta última que da lugar a la Churajón, considerada la primera cultura local, y que va del 1000 al 1350 d.C. Los Incas llegan en 1450 y luego los españoles.
Lo dicho viene al caso porque el viernes pasado el alcalde Víctor Hugo Rivera Chávez ha entregado la infraestructura de lo que será el museo de sitio de tumbas prehispánicas, llamado: Proyecto: Cobertura de las Tumbas del Parque Selva Alegre, proyecto desarrollado por la Gerencia del Centro Histórico de la Municipalidad Provincial, aprobado por la Junta de Superintendencia, y con vistos del Mincul y el MEF, valorizado en un millón 554 mil 251.00 soles.
Con esta primera etapa del museo -luego la Subgerencia de Educación y Cultura hará la parte museográfica-, se está poniendo en evidencia una Arequipa que hasta ahora se mantenía subterránea y oculta, y, por lo tanto, ignorada, a pesar de los descubrimientos de tumbas similares en calles del centro, riberas del río y barrios tradicionales, pero que muy pocas veces han pretendido mostrarlas
Así se creó un olvido de nuestro pasado prehispánico en el que gente nacía, cultivaba, amaba y moría. Pasado presente, a pesar de oculto, a dos metros debajo de nuestro distraído caminar por la ciudad, que terminó por cubrir parte de un verde valle cultivado, que a la llegada del europeo cubría aproximadamente 20 mil hectáreas, casi el 50% de la campiña actual.
De ellos quedan muy pocos asentamientos (Pillo, Hunter), pues sus aldeas estaban ligadas a lo agrícola y manejo de acequias y andenes, por eso sus edificaciones son simples, con muros y paredes de piedra unida con argamasa, de planta rectangular y divisiones en su interior con función doméstica. Sin embargo, con estas 50 tumbas, de forma cilíndrica con piedra pircada, que cierra un cuadrado de piedra de una fila y tres o cuadro piedras alargadas -que pronto serán exhibidas en el museo de sitio-, encontraremos la evidencia de nuestro pasado que hace que hablemos de mestizaje, más allá del cultural que sostenemos con nuestra arquitectura colonial y cocina. Ref. de los arqueólogos Lucy Linares y Marko López.
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