Ministros: se va la bolita

Sigue la ruleta de los ministros, y nada indica que esa bolita se vaya a detener pronto. Una explicación posible es que Pedro Castillo los ve a través de una gama de percepciones erróneas. Los ve como subalternos sin importancia, como fusibles para sus constantes crisis, y como competidores políticos.

En conjunto los cambios son un considerable movimiento de personas. Los ministros ya pasaron el medio centenar. Pero luego están los viceministros y directores, ya que cada recién llegado quiere instalar a los suyos. Castillo preside sobre todo esto sin inmutarse, y casi sin dar explicaciones. Como si esos ministros se cambiaran solos.

En el fondo a Castillo no le interesan mucho los ministros. Los malos le complican la vida. Los buenos le hacen sombra. Mucho más le interesan los congresistas, en cuyas manos, siente, está su permanencia en Palacio. El volumen de la bancada semi-secreta de ganapanes del castillismo se va acercando a la megabancada fujimorista del 2016.

Así, la línea de tiempo de los altos cargos de este gobierno se ha ido volviendo cada vez más turbia. Al inicio las categorías eran más o menos claras: amigos de Castillo, cuadros de Perú Libre, profesionales de alguna otra izquierda, gente de Vladimir Cerrón. Todo esto ha venido cambiando por los bordes.

Los amigos no eran tan amigos, a juzgar por cómo los dejó caer. Los profesionales fueron cambiados por otros que no lo eran tanto. Al cerronismo le ha quedado mucho menos personal en el Ejecutivo. Da la impresión de que los reflejos de Castillo para nombrar ministros ahora son aún más laxos que antes. El hombre se ha cansado.

¿Significa todo esto que la ruleta ministerial hoy es arbitraria? Probablemente no. Los criterios originales, básicamente consideraciones de reparto político, han sido reemplazados por una visión del alto funcionario público sobre todo como un gestor de intereses particulares. Es decir, una ruleta bastante predecible.

Cuando uno se acerca a la pequeña historia de por qué han sido los cambios en las carteras más importantes, empieza a asomar una mezcla de sacamantecas con sillas musicales. ¿Es cierto que a Óscar Graham lo sacaron del MEF intereses del negocio de los juegos de azar? Suena perfectamente verosímil y adecuado a los tiempos.