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Perú: mucho circo y poco pan, por Irma del Águila

“Parafraseando a Garcilaso, nuestros políticos no ‘ven’ ciudadanos ‘por no saberlos imaginar’”.

Escándalos políticos no han faltado en estos días: Yenifer Paredes, cuñada del presidente, acusada de tráfico de influencias, no habida y habida horas después, el congresista Freddy Díaz, denunciado por violación sexual sigue despachando como si nada, otro congresista, Wilmar Elera, con orden de captura, la recurrente violencia clasista y gestos despectivos de María del Carmen Alva, los exabruptos populistas del premier, efectivos de la PNP a los pies del presidente en la delicada tarea de amarrar sus pasadores.

No llama la atención que se saturen las redes de opiniones parcializadas en un patente esfuerzo por dar un uso instrumental a uno u otro “incidente”. Pero sí que, luego del hartazgo, no surjan voces desde nuestra “clase” política que busquen colocar agendas nacionales –por decir, la severa crisis alimentaria que golpea a las familias y el descalabro del Estado, incapaz de brindar servicios básicos a esas familias–, en el centro de la discusión política.

Todo el mundo comenta los escándalos diarios, porque de verdad indignan y mucho pero, en algún momento, se esperaría de los políticos y opinadores una preocupación sincera ante la extrema precarización de la vida. Porque el pan se vende a 0.30-0.35 céntimos de nuevo sol, el kilo de pollo eviscerado ya voló por encima de los S/10 y etc. ¿Será que nuestros políticos no hacen el diario en el mercado?

El silencio ante los apuros de la gente haría pensar en una “República sin ciudadanos”, usando el término de Alberto Flores Galindo. Interpelados por la prensa sobre la última encuesta del IEP, legisladores y representantes del gobierno buscan la perspectiva oblicua o intentan pasar alguna anamorfosis (imagen deformada) para no ver lo que cualquier mortal ve: la gente no los quiere. Parafraseando a Garcilaso, nuestros políticos no “ven” ciudadanos “por no saberlos imaginar”.

Los que apoyan o “acompañan” críticamente a Pedro Castillo, además, pasan por alto los sentimientos explícitos de la gente: el 72% de peruanos expresa incertidumbre, cólera (sic), miedo, decepción o desconfianza ante el gobierno actual. (No dudo que el Congreso hubiera inspirado sentimientos todavía más turbios, foscos pero esto no se preguntó en la encuesta).

Que las políticas públicas importen poco o nada es la consecuencia natural de la desaparición del ciudadano en las discusiones públicas. Que la urea no llegue hasta octubre (si dios quiere) ante la desesperación de los agricultores y en medio de una crisis alimentaria mundial no lleva al Gobierno y al Congreso a un acercamiento en torno a esta agenda puntual y urgente. Y menos aún, impone en el Ejecutivo la tarea de depurar el Midagri de elementos poco calificados o partidarios (Perú Libre y afines). No existe una “razón de Estado” de servicio público que así lo ordene y tal parece que la incompetencia o la corrupción imponen imperativos mayores.

Con esta clase política desconectada del quehacer de la gente, luego nos preguntamos por qué la calle “no prende”.

La República

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