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La herencia de Castillo

“En las elecciones del 2011 la izquierda llegó a la presidencia con la garantía de centroderecha, en una alianza de facto. En el 2021 Castillo pudo llegar gracias al enorme rechazo a la candidata Keiko Fujimori y al fujimorismo en general. A un año, una parte de los ganadores del 2021 tiene un arreglo en curso con el fujimorismo”.

Es casi seguro que Pedro Castillo está bloqueando la posibilidad de un nuevo presidente de izquierda, real o aparente. Probablemente lo que no volveremos a ver es una mesa llana, en la cual da lo mismo por quién se vota. Es decir, donde las simpatías episódicas son capaces de pesar en las urnas más que los intereses personales.

Antes de Castillo, una mayoría en el Perú ya había votado por un candidato presidencial de izquierda. Ollanta Humala comenzó su campaña rodeado de un fuerte olor a una suerte de populismo chavista. El cálculo electoral de última hora lo inclinó en otra dirección, donde se mantuvo hasta el final de su mandato, que ciertamente no ha sido de los peores.

En el fondo la historia de Castillo hasta el momento no es tan distinta, al menos en lo de moderar un radicalismo originario. La gran diferencia ha estado en las incomparables limitaciones personales de Castillo. Humala no le dejó a buena parte del país la convicción de que la izquierda no está en condiciones de gobernar, ni radical ni moderada.

En las elecciones del 2011 la izquierda llegó a la presidencia con la garantía de centroderecha, en una alianza de facto. En el 2021 Castillo pudo llegar gracias al enorme rechazo a la candidata Keiko Fujimori y al fujimorismo en general. A un año, una parte de los ganadores del 2021 tiene un arreglo en curso con el fujimorismo.

Todavía resuena la frase antidemocrática de un cuadro de Perú Libre según la cual el poder ganado por la izquierda no se devuelve. Se conoce ejemplo de eso, en varios modelos. Quizás allí estuvo uno de los orígenes de la obsesión por sacar a Castillo de la presidencia, antes de que PL lo empujara a emprender el camino de lo vitalicio.

¿El actual repudio a Castillo en zonas donde se votó intensamente por él afectará a la izquierda en futuras elecciones, incluida la de octubre próximo? Nuestro cálculo es que de todas maneras. Por lo pronto es casi imposible imaginar a la izquierda haciendo un buen papel en el 2026, aun con la sempiterna Fujimori de contendora.

Mientras tanto tenemos a Castillo aferrado a un cargo que lo excede por todas partes, rodeado de abogados y de compadres.

La República

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