¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

Castillo furioso

“Tanto lo ha asustado a Castillo su propia situación de insolvente político e indomiciliado intelectual, que ha regresado a su mini-monserga de ‘el pueblo’, y desde allí ha pasado a cuestionar la legitimidad del Congreso, ignorando que ella es parte de la suya”.

¿Por qué a Pedro Castillo le ha venido la furia por el tema de la Asamblea Constituyente, AC? Parece que alguien le ha hecho notar que sin ese recurso político él va a tener que limitarse a gobernar dentro de los límites de la constitucionalidad establecida, que no son estrechos, pero exigen cumplimiento.

Es decir, cuatro años más de inconducente ineficiencia. Podemos imaginar a Vladimir Cerrón diciéndole a Castillo que no pierda el tiempo con su pantomima de gobierno, y que lo importante es “hacer la revolución”. Es decir, desmantelar el orden establecido para instalarse como poder vitalicio, familiar y de clan. La AC lograría, pues, quitarle al país sus libertades de un tirón.

Ni Castillo ni Perú Libre tienen, en ningún sentido, la fuerza para imponerse al orden constitucional. Para eso se precisa ganar una guerra, o contar con una enorme y duradera mayoría en la opinión pública. Ganar una elección por un margen ínfimo, y luego lanzarse al campo sin cuadros idóneos, no basta. Tampoco basta atarantar a la población con lemas arcaicos.

Pero para lo que la insistencia en el proyecto de una nueva Constitución sí sirve es como amuleto político. Para vender la idea de que si nada se logra desde el gobierno no es por la difundida ineptitud, sino porque no hay una nueva opción de Constitución. En realidad más efectivo sería poder contar con un nuevo gobierno, sin planes tan obvios de asalto a la nación.

Castillo está furioso porque con el archivamiento de su proyecto de referendo constitucional su propio futuro se le empieza a delinear con desagradable claridad: un presidente sin capacidad ni deseos de hacer nombramientos adecuados, viviendo en permanente trance de ser vacado por sus propios socios políticos, cada vez más obviamente aliados con la derecha para ese propósito.

Tanto lo ha asustado a Castillo su propia situación de insolvente político e indomiciliado intelectual, que ha regresado a su mini-monserga de “el pueblo”, y desde allí ha pasado a cuestionar la legitimidad del Congreso, ignorando que ella es parte de la suya. Todo parte de un estilo de plazuela que ya no va a poder corregir. Mejor le iba cuando se hacía el político serio.

La República

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