¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

Castillo no sabe de Boric ni Allende, por Irma del Águila

“Al gobierno y a la oposición en Perú les cuesta construir, no componendas, sino acuerdos mínimos que permitan gestionar la pandemia y el derrame de Repsol”.

En septiembre de 1992 entrevisté a Hortensia Bussi, viuda de Allende. La Tencha había regresado a Chile luego de un prolongado exilio. Contó cómo la residencia presidencial fue saqueada la noche del 11 de septiembre de 1973. La mujer perdió mucho ese día, a su marido, una familia que el exilio dispersó y, años después, el suicidio de su hija Beatriz, la “Tati” (madre de la designada ministra de Defensa, Mayra Fernández Allende).

La viuda de Allende apoyó la candidatura de Patricio Aylwin a la presidencia de Chile en 1989. Sabía bien que Aylwin y su partido, la derechista DC, habían avalado el golpe. Pero entendió que la concertación abría un proceso de transición donde se debía desatar lo que Pinochet había dejado “bien atado”: los senadores nombrados, la policía secreta, etc. No sin reparos y duelos, la Tencha apostó por esa vía democrática.

Boric asumirá la presidencia con un gabinete paritario, abierto hacia un Chile plurinacional. Pero el líder estudiantil que tomó la facultad de derecho en 2009 es hoy el presidente electo que calcula el ancho del espectro político que ocupará su gabinete: gente del PC, FA, PS, independientes y tecnócratas como el designado ministro de Hacienda, Mario Marcel, vinculado a posturas socialdemócratas. La izquierda y un centro izquierda.

La transición chilena se agotó veinte años después. Boric y la Convención abren un ciclo político que busca formular un nuevo pacto que sirva para gestionar la vida de los chilenos por veinte años o más que gestará a su vez nuevos procesos. Y así. Porque no hay punto de llegada, lo que hay son procesos en permanente gestación. De ahí que las posiciones políticas se den respecto de una contingencia, donde no cabe la rigidez política y menos rayar la cancha a priori. Se trata de forjar cambios, de ensanchar la base tanto como dé la coherencia, como señala Pepe Mujica: “Gobernar con una visión progresista es zurcir todos los días. Es tejer incansablemente alianzas políticas y sobre todo alianzas sociales, para ensanchar todo lo posible la base de sustentación”.

Al gobierno y a la oposición en Perú les cuesta construir, no componendas, sino acuerdos mínimos que permitan gestionar la pandemia y el derrame de Repsol. Para convocar, la izquierda no tiene ni debe arriar la bandera del cambio de Constitución ni renunciar a reformar el Estado. En tiempos de emergencia, las políticas de salud con Castillo y Sagasti no difieren en lo medular. El equipo de inmunología es el mismo desde la gestión Ugarte y bien que así sea, pues habla de políticas de Estado, ¿a qué entonces ese afán de anatemizar ad hominen?

Se tiende a olvidar que el triunfo del “No” y el de Boric en Chile, con treinta años de distancia, fueron momentos de quiebre institucional, pero también de “sutura” y acuerdos políticos mínimos, a veces incomprendidos, con liderazgos que estuvieron a la altura del encargo.

La República

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