Anatomía de un presidente desorientado

Sobre la primera entrevista al presidente Pedro Castillo.

La primera entrevista ofrecida por el presidente Pedro Castillo, a César Hildebrandt, a casi medio año de iniciado su Gobierno, es valiosa no solo por ser la primera exposición del jefe del Estado ante el cuestionario de un periodista, sino porque constituye un perfil, a partir de su propio testimonio, de quien gobernará el Perú en este lustro.

La entrevista publicada ayer en Hildebrandt en sus trece confirma que el presidente Castillo puede estar cargado de buenas intenciones, pero que tiene una desorientación absoluta sobre casi todo, lo que permite concluir que, sencillamente, no da la talla para el puesto, y que es muy poco probable que pueda mejorar en los nueve semestres que le faltan como presidente.

La entrevista permite saber que no hay cambio de gabinete a la vista; que no tiene consciencia del efecto del conflicto abierto entre el ministro del Interior y el jefe de la Policía; que le teme a la inestabilidad política; que quiere marcar distancia de Guido Bellido, Bruno Pacheco y Vladimir Cerrón; que cree que Daniel Salaverry es crítico de su Gobierno (aunque no se recuerde frase que lo sustente); que Karelim López no es su amiga y que no sabía que ella pagó el cumpleaños de la hija (aunque nadie lo crea); que nunca revelará la lista de visitantes a Sarratea; que no es comunista ni marxista-leninista; que no quiere pronunciarse sobre las dictaduras de Cuba y Nicaragua; que no lee periódicos ni ve televisión; que prepara un proyecto sobre aborto y matrimonio gay; que cree en la inversión privada (aunque no se dé cuenta de cómo la ahuyenta); que no piensa disolver el Congreso y considera que la asamblea constituyente ya es batalla perdida; y que no piensa sacarse el sombrero.

Pero lo más valioso de la entrevista es confirmar su ingenuidad, desorientación, orfandad de ideas, carencia de planes, precariedad, e impericia para ejercer la presidencia de la República.

Cuando al comienzo de la entrevista le piden que se defina cómo es, y Castillo responde “como siempre lo he dicho: soy un hombre del pueblo”, recuerdo lo que me comentó ayer el maestro de la obra de la casa de mi vecino, mientras pintaba: “Qué frustrante, tanto tiempo esperando a que llegue un Gobierno popular, un presidente del pueblo, para que nos toque esto”.

La República

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