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Cinco incógnitas para el 2022

“Que mejore notablemente la capacidad de acción del Gobierno; que en el Congreso prevalezcan voces concertadoras...”.

Son mucho más que cinco las interrogantes sobre qué le espera al Perú y América Latina. Pero en esta enumeración reduccionista hay un paquete comprehensivo de una variación de temas relevantes.

Primero lo primero: la pandemia. Hay de todo. Luces en cuanto a avances en la campaña de vacunación, incluida la “tercera dosis” y su aplicación masiva a la juventud. También la disminución de fallecimientos en comparación a las dos olas dantescas que, por ejemplo, generaron en el Perú la mayor letalidad mundial en relación a la población. Pero también sombras. Acentuadas por la ola ómicron que está arrasando en EE. UU. y Europa con niveles de contagio que superan a las olas previas. Menor mortandad que las anteriores, cierto, pero demanda hospitalaria que en países con mucho mejor infraestructura ya está haciendo crisis. Frenar o atenuar esta ola ómicron es -literalmente- vital.

Segundo: la economía. América Latina ha sido particularmente golpeada por la pandemia. La recuperación del 2021 suena impresionante en algunos países, como Perú, por ejemplo. Pese a ello, sin embargo, ella aún no lleva los diferentes PBI al nivel en el que se encontraban el 2019. Con casi 25 millones de empleos destruidos, una de cada cuatro personas no ha logrado recuperar su empleo en la región.

El 2022 no se presenta alentador, pues los niveles de pobreza han llegado a sus niveles más altos de los últimos años: 33,7%. Sigue sin aparecer una iniciativa de inyección masiva de recursos, como la lanzada tanto en Europa como en EE. UU. Hay marasmo en la gran banca multilateral para poner en marcha programas extraordinarios en la región. También en los gobiernos por su incapacidad de articular una acción conjunta. Podría terminar el 2022 con niveles de pobreza y exclusión semejantes a los actuales.

Tercero: procesos políticos, especialmente electorales, que apuntan a cambios. Con varias elecciones presidenciales (Costa Rica, Colombia, Brasil) y el plebiscito sobre la nueva Constitución en Chile, el panorama político sufrirá cambios importantes en cuanto a sus tendencias fundamentales. Con el probable predominio de posiciones orientadas al cambio y a la sintonía con los clamores de protesta social del 2019-2020 en varios países. Que, por cierto, son rutas distintas -y distantes- de la “bolivariana”, que ha golpeado a Venezuela.

Cuarto: Venezuela. Nada apunta a una solución inercial de la crisis política y económica o a que se detenga la salida de ya casi 6 millones de emigrantes a la región. Estimaciones vinculadas a la ONU elevan la cifra de emigrantes para fines del 2022 a 8,9 millones en total. Suspendida temporalmente la negociación política en México, la esperanza hay que ponerla en que las conversaciones se reanuden, cuenten con la participación de la oposición unificada y el acompañamiento de la comunidad internacional. Que pueda contar con la participación de la ONU para aportar en temas cruciales en los que lo ha hecho muy bien en otras crisis políticas con sus buenos oficios. Vienen en la mesa de México temas en los que el aporte de la ONU puede ser vital.

Quinto: Perú y la crónica inestabilidad inducida. Polarización política recurrente, corrosiva amenaza persistente de vacancia, mediocridad en las propuestas políticas, salvo excepciones, etc. Y, acaso algo de lo más impresentable: una parcializada fiscal provincial, a cargo, nada menos, que de investigar asuntos de la oficina presidencial a cuya cabeza (Pedro Castillo) ella ha calificado varias veces de “terrorista”, con lo que legítimamente podría ser pasible hasta de ser denunciada penalmente por difamación y calumnia. Liquidado, pues, todo principio de neutralidad si se violenta el Estado de derecho nada menos que por una fiscal que representa a la sociedad.

Me tengo que apartar del análisis para poner por delante algunos buenos deseos de fin de año: que mejore notablemente la capacidad de acción del Gobierno; que en el Congreso prevalezcan voces concertadoras y que, también el Congreso, elija a un gran defensor del Pueblo y a un Tribunal Constitucional integrado por los mejores juristas del Perú (si es necesario anular el actual proceso cuestionado, pues que lo hagan).

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La República

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