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I Asamblea Eclesial: ¡No la dejemos pasar!

Todos debemos tenerlo más claro que antes: solo siendo iguales, bautizados, discípulos-misioneros, somos la Iglesia de Jesucristo.

José María Rojo (*)

A fines de noviembre se reunieron unas 80 personas del continente a los pies de la Virgen de Guadalupe en México y casi otros 1.000 lo hicieron virtual desde los distintos países del continente. Era la I Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe

Hubo problemas desde el comienzo, comenzando por la desproporcionada presencia de laicos y mujeres (¡muy pocos, para ser eclesial!) y siguiendo con cartas y escritos colectivos de “alerta” y “observaciones” durante la misma. Todo cierto.

Pero más cierto aún es que los participantes dejaron constancia de que “la Iglesia es sinodal en sí misma, la sinodalidad pertenece a su esencia” y de que “estamos aprendiendo a caminar juntos como Iglesia Pueblo de Dios involucrando a todos sin exclusión”. Y concretaron: “el camino para vivir la conversión pastoral discernida en Aparecida, es el de la sinodalidad”.

Con eso, como cosa clara y definitiva, podemos y debemos aceptar todos los “peros” de la asamblea. Con razón el papa Francisco insistió en que se retomase Aparecida (y es que aún no nos creemos que “todos somos discípulos, misioneros” ¡TODOS!). Y podría habernos dicho que volviéramos a matricularnos en Vaticano II, en la Lumen gentium para que entendiéramos que el bautismo nos iguala, que en la Iglesia todos los carismas (jerarquía incluida) no nos hacen más ni menos, sino que nos ponen al servicio de la comunidad.

Sí, pienso que eso es lo esencial y eso debe quedarnos de esta I Asamblea Eclesial en el continente. Lo más importante, pues, no son los acuerdos finales, las conclusiones a las que llegaron los 80 en México, sino el haberse enfrentado a vivir esa experiencia de sinodalidad. Todos debemos tenerlo más claro que antes: solo siendo iguales, bautizados, discípulos-misioneros, somos la Iglesia de Jesucristo.

Y eso nos cuesta a todos. Más a los que llevan mitra, acostumbrados a que el Espíritu Santo se pose solo en ella (así les han hecho creer siempre); pero también a los sacerdotes, a las religiosas y a los laicos, muy acostumbrados a ese “clericalismo a cuatro manos” (deseado y buscado) que dice el papa, aunque luego requintemos con cajas destempladas, sintiéndonos debajo.

No es fácil una práctica eclesial distinta, vivir ese modelo eclesial como “pueblo de Dios que camina junto”, haciendo camino al andar. Todos estamos llamados a esa conversión pastoral en el sentido de Aparecida. En ese “caminar juntos”, en ese vivir la sinodalidad, ninguno tenemos el curso aprobado. Necesitamos coraje para matricularnos y coraje para cursar y aprobar las pruebas cada día.

¿Seremos capaces —todos— de tomar una postura autocrítica y de asumir las críticas que nos hagan, sin ubicarnos en la pirámide —ni arriba ni abajo— demostrando que podemos “caminar juntos”? Si lo hacemos sería un excelente paso hacia el sínodo mundial que culminará en el 2023.

PD.- Disculpen los no creyentes, me he situado como creyente, frente a un evento cristiano.

(*) Sacerdote y miembro del Observatorio Socio Eclesial “Signos de los Tiempos”.

Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).

La República

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