Obligar a Pedro Castillo a cambiar
Por el bien del Perú, este gobierno no puede seguir así.
El rechazo a la admisión de la moción de vacancia en el congreso sería un excelente resultado si lo ayudara al presidente Pedro Castillo a realizar cambios para que su gobierno deje de ser el mamarracho que es hoy.
En esa conclusión coinciden tanto los que están a favor de su destitución como los están en contra: que su gobierno tiene errores profundos que requieren ser corregidos con urgencia con el fin de que este lustro no sea de un tremendo retroceso como el que se perfila hasta ahora, sino de progreso.
Con pocas excepciones, como algunos sectores de izquierda condescendientes con el esperpento gubernamental en marcha, sea porque buscan alguna prebenda en forma de puesto en el sector público, o por una actitud que en el fondo es racista de creer que el origen del presidente Castillo es excusa para el adefesio de gobierno actual, hay consenso en el país en que se requiere un cambio con urgencia.
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El cambio debe apuntar a alejar al presidente Castillo de la incompetencia que lo domina y de la promiscuidad con la corrupción que lo anima, todo lo cual está sembrando las bases para un colapso del gobierno, sea por una vacancia, o por un rechazo extendido de la población que más temprano que tarde sentirá los efectos de un manejo gubernamental de espantajo.
Castillo fue elegido legítimamente presidente de la república, sin el fraude que reclamaron los que perdieron la elección. Ahora tiene el deber, más allá de sus obvias limitaciones, de no ser el fraude presidencial que se esfuerza en ser hasta el momento, el cual intenta camuflar, con escaso éxito, con frases mal construidas llenas de ‘pueblo’ y una ‘autoridad moral’ a la que alude y que no se la reconocen ni en Cajamarca.
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No es claro qué les ofreció Castillo a los partidos políticos en la ronda de diálogo al que recién convocó cuando estaba con el agua a la altura del pescuezo de la destitución, pero estos debieran presionarlo a conformar un mejor equipo para hacer un buen gobierno.
Y eso pasa, necesariamente, con urgencia, por un nuevo gabinete, con gente con peso propio y trayectoria valiosa, para limpiarlo de tanto inepto, forajido, simpatizante del terrorismo, entusiasta de la cuchipanda corrupta, y aprendices de ministro que lo rodean.
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