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La caída de Castillo ya es inevitable

Su chavismo no era el de Venezuela; era del Chavo del 8.

Ya es penosamente tan previsible como evidente que la presidencia de Pedro Castillo se desmorona sin que ni el congreso lo empuje mucho, solo por su propia incapacidad y porque, no siendo eso suficiente para destituirlo, su administración apesta a corrupción, por lo que su vacancia ya parece solo cuestión de tiempo.

Pueden ser pocos días si, como ya se anuncia por varios lados, están por salir los audios que confirman que el propio presidente anda en cuchipandas en su triste campaña de La Breña.

Puede ser antes de navidad, pues su impericia infinita lo empuja al abismo cuando pretende defenderse, con un bumerán como que en la casa de Breña solo hablaba asuntos “personales”, como si personal fuese citarse con contratistas del estado, mientras los ministros de su ruta al despeñadero lo contradicen, y él mismo agrava su caso con tonterías como que mejor lo juzguen los ronderos, como si ellos respetaran a un presidente que los deja tan mal, y como si un jefe de estado pudiera ser procesado en justicias alternativas.

Castillo ya es pato cojo, pollo sin cabeza, ave con tanto plomo en el ala que no podrá volar ni bajo sin venirse abajo.

Es una desgracia que ese destino de la presidencia de Castillo sea tan evidente como prematuramente previsible, pues dejará la sensación de que un profesor humilde de una zona rural y pobre no puede hacer un buen gobierno, cuando eso no tiene por qué ser así.

También es una desgracia porque dejará la conclusión en muchos de que la izquierda no puede hacer buen gobierno, cuando eso no tiene por qué ser así, aunque así será, pues las distintas izquierdas se dedicaron a lisonjear a un presidente torpe y a camuflar sus tremendas deficiencias, por ignorancia, oportunismo, o, simplemente, por un puesto o favor en la administración.

Y es una desgracia, pues lo que vendrá tras su caída es un nuevo despelote nacional que no llevará a nada nuevo ni bueno, más de lo mismo pero peor.

Pedro Castillo tropieza con su ineptitud y caerá por la promiscuidad de su gobierno con la corrupción, confirmándose lo señalado desde la campaña en esta modesta columna: que el riesgo de su presidencia no era un chavismo como el de Venezuela, sino el de una mala parodia del Chavo del 8.

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