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Los verdaderos “….dignos”

Las circunstancias, el destino y 200 años de un país disímil entre peruanos nos llevó a elegir entre una mafia empoderada y mediáticamente poderosa o un grupo de radicales sin capacidad de gestión.

Pedro A. Castro Balmaceda.

Durante semanas he leído a muchos familiares, conocidos, amigos y desconocidos referirse a los votantes de Pedro Castillo como los “….dignos”. Los he leído referirse a ellos como los acomplejados, resentidos y los tontos que le creyeron al profesor de primaria que prometía “No más pobres en un país rico”, pero que –hoy por hoy– se encuentra desaparecido entre el querer ser y el poder ser el presidente de un país tan polarizado.

Pero mis dudas no van sobre el correcto uso de los adjetivos calificativos entre las derechas y las izquierdas peruanas, sino sobre quiénes realmente merecen el título de “….dignos”: los que creyeron en Pedro Castillo y su discurso reivindicativo y vacío o los que creyeron en Keiko Fujimori y su “opción salvadora de la democracia”. El problema es que muchos de los que votaron por Keiko, han tomado una postura soberbia, de seres superiores, como si al votar por Fuerza Popular los haya encumbrado al crecimiento intelectual instantáneo, cuando en realidad no fueron más que otro grupo de incautos (por decir lo menos) totalmente utilizados por la mafia fujimorista y completamente manipulables a punta de memes o “fakenews”, los mismos que siguen gritando “fraude” sin pruebas físicas, ni testimonios, ni un solo indicio, más que la palabra de personajes de cuestionables intenciones y sombríos pasados como Lourdes Flores Nano, Jorge del Castillo o la propia Keiko Fujimori.

Y no digo que del otro lado sea un vergel, Pedro Castillo ha aupado a un grupo de izquierdistas trasnochados, que creen que el legado del “Che Guevara” podría aplicarse en pleno Siglo XXI. El presidente no solo lleva gente cuestionada, peor aún, gente con un pasado ligado al terrorismo o con simpatías por el pensamiento asesino de Abimael Guzmán, que tanto daño nos hizo como país, como sociedad, fragmentando el sentimiento de patriotismo. Castillo ha demostrado, al menos en los 40 días que lleva gobernando, que no está a la altura de las circunstancias, que no tiene el liderazgo necesario para unificar el país, que no cuenta con la gente idónea para los puestos más importantes y que mantiene un cordón umbilical con Vladimir Cerrón que –al parecer– más que irrompible, es vital para poder seguir en el poder, por lo tanto, no esperemos un deslinde, los milagros no existen y Castillo y Cerrón son una perfecta simbiosis. Lamentablemente.

En conclusión, las circunstancias, el destino y 200 años de un país disímil entre peruanos nos llevó a elegir entre una mafia empoderada y mediáticamente poderosa o un grupo de radicales sin capacidad de gestión, no me digan que uno es mejor que el otro, ambos son deplorables. A las finales, entre Fuerza Popular y Perú Libre, entre sus lideres cuestionados, su angurria de poder y sus investigaciones como organizaciones criminales no hay mayores diferencias, pero sí demasiadas similitudes. Y nadie debería sentirse orgulloso –o un demócrata de primer mundo– por haber tenido que elegir entre esa izquierda, esa derecha o un voto en blanco, nadie.

La República

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