La desfamiliarización
“Mientras tanto, la ultraderecha aguarda su oportunidad para vacar al presidente Castillo. Es lo que la psicoanalista Cynthia Fleury denomina el ‘ideal retrógrado’”.
En el Perú (nos) está ocurriendo algo que Freud hubiera podido calificar como Unheimliche. El título de este ensayo de 1919 es de muy difícil traducción. Tanto en español como en inglés o francés, ha sido imposible dar con una acepción equivalente. Desde lo ominoso hasta la inquietante extrañeza, desde L’inquiétante étrangeté hasta The Uncanny. Freud lo define como “esta variedad particular de lo atemorizante que se remonta a lo conocido desde hace mucho tiempo, a lo que es familiar desde hace mucho tiempo”.
Tras un bicentenario de discriminaciones de todo pelaje (racismo, clasismo, machismo, homo y transfobia, todas las anteriores combinadas, etcétera), accede al poder democráticamente un Gobierno que encaja letra por letra con la definición de Freud. Para quienes se sienten amenazados por el mismo, claro está.
Este retorno de lo reprimido, esta suerte de déjà-vu, tiene algo de fantasmal en la medida que su presencia era conocida pero negada. Su irrupción en las más altas esferas del poder provoca una perturbación cataclísmica, al trastocar las representaciones del statu quo.
Así como espanta a quienes ven alterado el orden que consideraban indispensable para sus intereses, provoca entusiasmo en grupos políticos que creen haber asaltado el palacio de invierno. Pero la realidad se resiste –siempre– a dejarse encasillar.
Las señales enviadas por el Gobierno de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, no ocupan el espacio de la idealización exaltada por una parte de la izquierda.
Por el contrario, asistimos a un carnaval de indecisiones y contradicciones. Más aún, hay una dimensión judicial que complejiza el panorama. Aún no sabemos si personajes como el premier Bellido deben rendir cuentas a la Justicia. Sí sabemos que el líder de Perú Libre debe hacerlo ya.
Mientras tanto, la ultraderecha aguarda su oportunidad para vacar al presidente Castillo. Es lo que la psicoanalista Cynthia Fleury denomina el “ideal retrógrado”. El cual “puede envenenar toda el alma desde el momento que renuncia a curarse y opta por el lado victimario de la fuerza”.
Bien mirado, era de esperarse. Quien siembra vientos, cosecha Gobiernos improvisados y acaso corruptos. Nos queda la esperanza –débil como el lamento del Dies Irae en el Réquiem de Verdi, en donde los condenados suplican a Dios que aplaque su ira– de un aprendizaje y una maduración de nuestras fuerzas políticas y económicas.
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