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Celebro en el duelo

“En estas horas sí diré de Francisco Sagasti que me conforta por su capacidad y estilo, tan cercano a Paniagua y tan necesario para un país que agonizaba”.

Para muchos es cómodo escribir de los derrotados. No lo haré. Así la hija del dictador sea un cadáver momificado en la Av. Dasso de San Isidro. Así se reconozca que Montesinos es ese Rasputín revivido. Así la pataleta del fraude y el terruqueo sea un sonrojo de una derecha grosera y cerril. En estas horas sí diré de Francisco Sagasti que me conforta por su capacidad y estilo, tan cercano a Paniagua y tan necesario para un país que agonizaba.

Es verdad que desde hace más de 31 años el Perú no tiene partidos políticos y que estos fueron remplazados por camarillas de facciosos unidos por la usura y la ambición. Por eso se elige a los menos malos. De ahí que no existan políticas públicas que beneficien a los desvalidos y los que menos tienen. Y así se quiere celebrar 200 años de independencia. ¿Cuál? Si lo único que me produce el bicentenario es vergüenza por haber sido gobernados por los poderosos y sus empresas.

Sí escribo de Pedro Castillo y gracias a la libertad que me otorga el diario La República. Y sí escribo desde mi posición de un hombre de izquierda. Aquel pensamiento que me viene de José Carlos Mariátegui, de Jorge Basadre, de César Vallejo. Y por ellos soy periodista y siempre estuve alentando la lucha de los pobres. Desde El Diario de Marka y en cuanto medio trabajé. Que allí aprendí de las lecciones de Thorndike, Lévano, Chino Domínguez, Chivo Castillo y muchos más. Y aprendí que para ser “para ser buen periodista hay que ser buena persona” como sentenciara Ryszard Kapuscinski.

Y cierto que en cada Fiestas Patrias he deseado un Perú mejor donde haya equidad y no exista tanto pobre. Y así como entiendo lo que es morirse de frío en “Ticlio Chico” y entender que los peruanos podemos ser honrados sin la plata sucia de Odebrecht, así también creo que nuestra patria se merece mejores gobernantes y una visión de país con objetivos muy concretos que destierren para siempre las pestes, la miseria y la ignorancia.

Mis enemigos –que los tengo– dirán que como soy poeta, cuando escribo, más de política que de la sustancia ciudadana, soy un huachafo y un cojudo. Pero les tengo que decir que una vez más se equivocan. Porque hoy que soy profesor de comunicaciones y un cronista crónico, el hecho de plasmar mis ideas con estas palabras me autoriza para imaginar con un Perú de niños sanos y gente honesta, en todos los campos y disciplinas, y desde todos los sueños y quimeras.

La República

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