¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

La peste del alma

“Para lo que sí hay sitio es para los prejuicios, estigmas y descalificaciones. A esto se añade la majadería de Keiko Fujimori y sus cada vez más patéticas acusaciones de fraude. Amén de los discursos golpistas”.

Hace poco la editorial Planeta me invitó a conversar con Carmen Mc Evoy acerca de su último y apasionante libro de ensayos, La República agrietada. Hacia el final del conversatorio, mientras intercambiábamos ideas a propósito del racismo que ha estallado en el actual proceso electoral, le dije a Carmen que el subtítulo de su libro (Ensayos para enfrentar la peste), era polisémico: no se refiere a una sino a muchas pestes, desde la COVID hasta el racismo. Entonces la historiadora remató con esta acertada frase: “El racismo es la peste del alma.

Los entendibles temores de quienes temen a las contradicciones de los discursos de Castillo o al ideario de Cerrón, se han visto envueltos en una densa nube tóxica en la que no hay espacio para el debate crítico. Para lo que sí hay sitio es para los prejuicios, estigmas y descalificaciones. A esto se añade la majadería de Keiko Fujimori y sus cada vez más patéticas acusaciones de fraude. Amén de los discursos golpistas desembozados de una derecha que, en un abrir y cerrar de ojos, se pasó al extremismo antidemocrático, llamando desesperados a los cuarteles para que aplasten las elecciones con sus tanques.

Todo lo cual es abono para un virus que nunca ha dejado de estar allí. Pero esta vez ha resurgido con una violencia que hace empalidecer a la variante Delta. Como si la señal de alarma autorizara el rebrote del veneno enquistado en esas grietas a las que alude el libro de Mc Evoy. Es triste afirmarlo pero es necesario: el racismo es la fragua de la precaria construcción de nuestra república.

En la película El Tigre Blanco, un hombre nacido en una casta muy baja, en un pueblo rural misérrimo, en donde impera la ley del más fuerte, narra la historia de su ascenso económico. Hacia la mitad del filme, nos previene: “a partir de aquí mi historia se pone muy oscura”. Luego va explicando cómo en la India, cuando se nace tan abajo, los caminos para salir de ahí son necesariamente transgresores. Y nos pregunta: “¿Cómo es en tu país?”. El triunfo de Castillo no asusta a las élites solo por sus inconsistencias y el fantasma que recorría Europa en 1848: es la culpa acumulada por siglos de discriminación estamental, la que ve en la mayoría de votantes de Castillo el retorno de lo reprimido. Y por eso, entre otros factores, resulta tan cuesta arriba hacer de esto una oportunidad de cambio ordenado, justo y democrático.

La República

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