¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

Perú: clamor por el cambio

“En este contexto es muy saludable que la Confiep, cuya nueva directiva y temperamento se ha distanciado de la extrema vocinglería de un sector, se haya pronunciado por el ‘pleno respeto’ de los resultados electorales”.

El cómputo a estas alturas es concluyente y apunta a que Pedro Castillo asumiría la presidencia el 28 de julio, día que se conmemorará el bicentenario de la independencia del Perú. Se daría, pues, el extraordinario simbolismo de tener como jefe de Estado a un hombre del Ande, de origen humilde y que ha salido adelante enfrentando la pobreza y la adversidad. Alguien que viste poncho para arar con sus bueyes en su pequeño centro poblado de Puña –poco más de 400 habitantes y de 90 viviendas– en Chota, Cajamarca.

El triunfo de Castillo es casi un hecho. Mientras los resultados finales parecen ser claros, quien está perdiendo no se resigna y sigue empujando el país a un abismo de confrontación e intolerancia. Puso a operar a destiempo a muy costosos despachos de abogados limeños en procura de la nulidad de votos en centenares de mesas de las zonas más pobres de los andes. Aunque no se hubieran interpuesto a destiempo no cumplían en su gran mayoría las exigencias del art. 363 b) de la Ley de Elecciones. Pero el hecho es que se dilata la proclamación mientras se siguen lanzando a sus hordas que agreden y amenazan impunemente a quienes consideran “comunistas” (¿la mitad del país?) propiciando la colisión entre nacionales.

Tres constataciones destacan.

Primero, ha sonado un gran campanazo de simbolismo desde los excluidos y marginados de siempre. Es lo que marca la esencia del resultado final: un país escindido, que no quiere seguirlo siendo, en el que se combinan la exclusión histórica de lo indígena y la brecha entre la costa (Lima, en particular) y el Ande.

Segundo, la supuesta amenaza de una dictadura “comunista” que portaría Castillo. Fue desoída porque no tenía sustento. Los agravios de esa índole contra cualquiera que proponga cambios han sido tan recurrentes, que la gente no se los compra. El pueblo peruano no es socialista –y, menos, comunista– ni simpatiza con Maduro o sabe quién es Kim Jong Un.

En este contexto es muy saludable que la CONFIEP, cuya nueva directiva y temperamento se ha distanciado de la extrema vocinglería de un sector, se haya pronunciado por el “pleno respeto” de los resultados electorales y por construir “un clima de paz social que permita enfocarnos en salir adelante”.

Tercero, gran paradoja: el autoritarismo y la intolerancia. No viene del supuesto “comunista” o “totalitario”. Desde las millonarias campañas sembrando terror, el manejo extremadamente parcializado de los grandes medios impresos y televisivos, así como las hordas callejeras y violentistas que vienen operando impunemente. En una encuesta reciente del IEP, 6 de cada 10 peruanos coincidían en que los medios favorecían la candidatura de la Sra. Fujimori. En concordancia con los principios que lo guían, el Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana, que presido, ha cuestionado a varios de esos grandes medios por la grave contravención de la objetividad y el equilibrio.

Para adelante se plantean varios retos entre los que destacan uno inmediato y otro más de fondo.

El primero: la gobernabilidad en un país extremamente erizado y polarizado. Castillo no tendrá mayoría parlamentaria; o, siquiera, una facción poderosa. Un ineludible plan de emergencia frente a la crisis sanitaria y económica podría ser un factor de articulación, de gran convocatoria a la acción inmediata que podría ayudar a salir de esta escisión nacional.

En las últimas semanas Castillo ha estado apuntando a reforzar sus equipos técnicos. Un núcleo de gestión eficiente es vital dada la inmensidad de la tarea y la complejidad del mohoso Estado peruano. El inmediato reforzamiento de la campaña de vacunación –que va marchando bien– y de las capacidades nacionales en el área de salud es un reto inmediato prioritario.

El segundo reto es más de fondo y tiene que ver con las políticas concretas ante la exigencia multitudinaria de cambio. En esencia, enfrentamiento a la exclusión social y étnica afirmando, junto con ello, la inversión, el crecimiento y la generación de empleo.

García Sayán

García Sayán