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¿Y si han sido algo más que palabras?

“Pero la historia nos enseña que algunas veces las circunstancias y los contextos pueden encaminar los hechos por rutas sorprendentes, y es positivo para el país”.

Esta ha sido una de las campañas más duras y polarizadas de las últimas décadas. En parte se explica porque los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta lo hicieron con la menor cantidad de votos registrada en elecciones recientes. Con ello, tenía cada cual mucho que hacer para conjurar su antivoto. Por una u otra explicación, esta polarización ha llevado a que muchos tengan grandes preocupaciones y hasta miedos respecto de ambos candidatos. Además, distancias. Con todo lo que se ha dicho y prometido, la campaña ha sido pobre en temas sustantivos ausentes como el enfoque de género, la política exterior, los derechos humanos o las minorías sexuales.

Sin embargo, en medio de este escenario, hay dos aspectos interesantes que, optimistamente, vale la pena rescatar. Aparecen perdidos en la maleza de polarización que algunos promueven con tenacidad digna de mejor causa.

Primero, el propósito de producir rectificaciones o precisiones importantes por los candidatos. En medio de la agitada campaña pueden merecer legítimas levantadas de ceja e incredulidad, pero, analizado el asunto en la perspectiva de procesos vivos, es positivo que hayan ocurrido. Por ejemplo, en la formal y solemne ceremonia en Arequipa, Keiko Fujimori firmó el juramento por la democracia en el que pidió perdón por la actuación de su partido en el último quinquenio e invocó “una oportunidad para poder reivindicarme con el lenguaje de los hechos”. De seguro muchos tendrán dudas legítimas sobre la sinceridad de estas palabras, dada la trayectoria de la candidata y a estas alturas de la campaña. Pero la historia nos enseña que algunas veces las circunstancias y los contextos pueden encaminar los hechos por rutas sorprendentes, y es positivo para el país que la candidata haya dado este gesto.

En el caso de Castillo, en estos días ha planteado precisiones importantes para atenuar temores sobre la gestión económica que habría en un eventual gobierno suyo y de hecho ha marginado a Cerrón. Insistió en descartar la confiscación de ahorros de las AFP que algún medio había anunciado, descartó prohibir las importaciones o hacer expropiaciones. Tanto él como varios de sus asesores han negado que promueven esas banderas. A la vez ha arriado la absurda -y pasajera- tesis de disolver el TC o la Defensoría del Pueblo, y ha fortalecido su equipo con profesionales solventes como Pedro Francke o Modesto Montoya.

¿Estos serán ajustes cosméticos de último momento? Es una posibilidad, pero también puede que no lo sean. Como lo ha escrito esta semana Martín Tanaka, los compromisos y ofrecimientos hechos por varios candidatos en segunda vuelta marcaron el rumbo de los gobiernos que siguieron. Y es importante en este contexto que ambos candidatos se hayan comprometido a respetar la democracia, la absoluta separación de poderes, entre otros aspectos fundamentales. Sobre estos compromisos, la ciudadanía en general y las activas organizaciones de la sociedad civil tendrán que prestar riguroso seguimiento.

Un segundo aspecto favorable es la seriedad de los órganos electorales. Tanto el JNE como la ONPE están cumpliendo su papel dentro de las pautas establecidas en la Constitución y la ley, en una coyuntura muy complicada. Este es un aspecto medular en un proceso electoral y, felizmente, el Perú ha dejado atrás los tiempos en los que respondían a intereses ajenos a la democracia.

Voces corrosivas ya se preparan a cuestionar los resultados, con ataques sin fundamento al sistema electoral y mancillando al presidente del JNE, magistrado de respetada trayectoria, y al jefe de la ONPE. ¿Por qué el silencio de las misiones observadoras de la OEA y de la UE?

El resultado electoral debe ser respetado. Y cualquiera que gane, atender el clamor de cambio. Y, en medio de todo, de concertación.

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La República

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