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Periodismo de combate

’'Por desgracia vemos una prensa que en lugar de servir a la verdad, se ha parcializado en beneficio de los que son probadamente enemigos a balazos del periodismo libre’'.

La prueba de fuego para la prensa en situaciones de controversia, incertidumbre o conflicto es publicar nada más que la verdad. Numerosos reporteros terminaron en la cárcel, fueron masacrados o perdieron la vida por ser leales con sus lectores contándoles la verdad de los hechos.

No hay nada más hermoso que un periodista que burla a los enemigos de la verdad y sigue reporteando, escribiendo, publicando contra el infame pacto de la media verdad o el silencio. Así se sabe quiénes buscan y difunden sin tregua la verdad y quiénes militan en las infames filas de la mentira.

Albert Camus, quien se jugaba el pellejo todos los días como director del periódico clandestino Combat, vocero del movimiento de resistencia a la ocupación nazi en Francia, reclamaba a sus colegas que en las amargas horas de humillación que vivía la patria, debían ser leales con la verdad, porque eso era lo que esperaban los lectores de los periodistas.

“El periodista es un historiador sobre la marcha y su principal preocupación ha de ser la verdad”, escribió Camus en uno de esos artículos de Combat, rescatado en el libro La noche de la verdad (Debate, 2021). ’'Pedir que los artículos de fondo tengan fondo y que las noticias falsas o dudosas no se presenten como noticias ciertas’', demandaba el periodista y escritor que puso en juego su integridad para enfrentar a la prensa colaboracionista de los nazis. Les exigía calidad de información, no falsedades, suposiciones ni fraudes: ’'Si veinte periódicos, todos los días del año, exhalan a su alrededor el mismísimo aliento de la mediocridad y del artificio, el público respirará ese aliento y no podrá ya prescindir de él’', advertía.

Camus entendía perfectamente que en situaciones extremas la prensa debía esforzarse por obtener, procesar y difundir información rigurosa para que los ciudadanos tuvieran acceso a los hechos. Y si los reporteros detectaban noticias falsas, debían identificarlas, exponerlas, denunciarlas. “Corresponde al periodista, mejor informado que el público, presentarle a este, con las máximas reservas, informaciones cuya precariedad conoce perfectamente”, pergeñó, a hurtadillas, sabiendo que los nazis y sus cómplices lo buscaban para silenciarlo por siempre.

No es que Albert Camus pretendía una sola prensa, monocorde, uniforme, unánime. “El gusto por la verdad no impide tomar partido”, señaló. Tomar partido no es una licencia para mentir, manipular o engañar. Por desgracia vemos una prensa que en lugar de servir a la verdad, se ha parcializado en beneficio de los que son probadamente enemigos a balazos del periodismo libre. Una prensa que ha renunciado a combatir por la verdad y se ha pintarrajeado con los colores de los corruptores, en un acto de traición sin nombre en agravio de los ciudadanos.

La República

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