Malos samaritanos

Ya estamos en medio de la segunda y última fase de cara a lograr un nuevo gobierno para el Perú a partir del próximo 28 de julio. Y tal como lo he sugerido en Twitter, en esta fase determinante, definir qué rol debe tener el Estado para promover una mejor calidad de vida para todos los peruanos es vital.

O es un Estado regulador, árbitro neutral o es un Estado promotor que se arriesga y que invierte, por ejemplo, en crear más innovación tecnológica.

La respuesta a esa pregunta la podemos encontrar en la experiencia de esos países desarrollados que algunos candidatos –identificados más con la idea de un Estado ausente– se encargaron de posicionar como una realidad posible, en la primera fase de las elecciones peruanas.

Y la evidencia empírica de esos países sugiere que es la presencia activa del Estado lo que en verdad genera desarrollo a las sociedades modernas. Es la presencia activa del Estado la que explica el desarrollo de países como Japón, Corea, Finlandia (en los dos primeros, el Estado incluso definió qué debían exportar las empresas durante décadas). Pero el Estado proactivo también guio el desarrollo de Estados Unidos, el Reino Unido y de la mayor parte de las naciones que hoy prosperan.

Entonces, decir que el Perú está llamado a ser una súper potencia, y no aceptar que, en el esfuerzo por conseguir ese anhelo, lo público tiene un rol fundamental, es simplemente hablar con falacias.

No se trata de Estados grandes o pequeños ni de empresas versus gobiernos. Se trata de cómo conseguir coinversiones y nuevos tipos de acuerdos entre los sectores público y privado para direccionar el crecimiento económico hacia un modelo inteligente, sostenible e inclusivo. El cómo se logra es lo que los dos contendores camino a la presidencia del Perú nos deben contar y pronto.