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El año de la peste

“Un año apenas, y el virus desnudó nuestros desatinos e insolvencias. Y nadie se siente responsable de la recaída en picada del Perú reinfectado”.

Me piden que hable sobre el año de la pandemia y no sobre el debate. Veamos. Antes contaré que conocí a Luis Ramos Correa. El médico que atendió al “paciente cero” y que falleció hace unos días infectado por la Covid-19. Y conversábamos en marzo pasado de lo terrible de la situación que nos atacaba mientras él atendía a los primeros infectados y capacitaba a otros médicos de diversas regiones para afrontar el coronavirus. Y hoy está muerto.

¿Y cuándo acabará la pandemia en el planeta? Nadie sabe. Los científicos insisten en las vacunas. Que ello producirá la llamada inmunidad de rebaño cuando esa mayoría de la población esté inmunizada, de manera que una minoría no vacunada no sea un peligro de rebrote. Y la vacunación en el Perú es lenta y dramática. El sistema de salud es tardo e indolente. Temo decirlo, como el resto de nuestras instituciones.

Si con la otra normalidad seguíamos siendo un país rezagado con una sociedad de informales donde el 75% de la PEA eran pobres y menesterosos, hoy vivimos peor y angustiados. Entonces nos defendemos con las iniciativas del recurseo y hasta la olla común. No hablo de San Isidro ni de La Planicie. Miro los cerros, las cumbres de la miseria, y bueno, todos estamos juntos pero enfrentados y con el virus en la punta de la nariz.

En este año cambiamos nuestro repertorio lingüístico: en la semántica de hoy hablamos de “teletrabajo”, “zoom”, “confinamiento”, “cepa”, “mascarilla”, “distanciamiento social”, “gel hidroalcohólico”, tercera ola” y “depresión”. Y nos olvidamos de erigir una sociedad y una democracia de ciudadanos. Y encima aparece el “porkyantaurismo” y ahora sí estamos fregados. Y para colmo el pensamiento se pone de moda, ahí precisamente donde habita la indigencia.

Mientras, en un sector de la sociedad se perfeccionan los resortes de los aparatos políticos para seguir como clase dominante, aquella que profundizó el perjuicio y desmantelamiento de las políticas públicas sociales y regulatorias. Como siempre, como ya el desactivado patrioterismo del bicentenario.

Un año apenas, y el virus desnudó nuestros desatinos e insolvencias. Y nadie se siente responsable de la recaída en picada del Perú reinfectado. Una pena del tuétano y del alma. Y acaso el triunfo del mercado y el neoliberalismo chicha y sus argumentos de la deslegitimación de la democracia y el desconocimiento de los derechos sociales. Y un año apenas, y así, sobreviviendo.

La República

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