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Mariolatría y evangelismo

“Incluso resaltan que el culto mariano contradice nada menos que al primer mandamiento: ‘amarás a Dios sobre todas las cosas’”.

Lo revelado por el candidato RLA, respecto a su abnegada veneración a la Virgen María, propicia resaltar una discrepancia fundamental entre cristianos conservadores que, aparentemente, se muestran como un sólido bloque electoral “provida” y “profamilia tradicional”.

En Las cinco solas de la reforma protestante, de las cuales destacan: Sola Scriptura, Solus Christus y Soli Deo gloria, se coloca a un nivel residual la reverencia del mundo cristiano, no católico, a la figura de la Virgen María. En rigor, en el cosmos sagrado evangélico, el nivel de adoración que el catolicismo apostólico romano practica respecto a la “Madre de Dios” es idolatría. El catolicismo apela a tecnicismos o eufemismos como el hecho de llamar “veneración”, no “adoración”, a ese vínculo y hasta emplea un sofisticado término –“hiperdulía”– para explicarlo. En términos pragmáticos, sin embargo, se trataría de una relación que va en contra de lo expresado en la Biblia, según los evangélicos. Incluso resaltan que el culto mariano contradice nada menos que al primer mandamiento: “amarás a Dios sobre todas las cosas”.

Ellos señalan, en resumen, que el libro sagrado no habla mucho de María después de la despedida de la cruz y que desaparece de los relatos justo antes de Pentecostés, que ni el libro de los Hechos la menciona y que luego Pablo ni la nombra ni le atribuye ningún poder especial en la obra espiritual de la salvación. Los católicos también creemos, dicen, leyendo, entre otras, la encíclica Ad Caeli Reginam del papa Pío XII, en que: “todo influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres… brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia y que, para acceder a la salvación que es por gracia, se requiere la intervención de María…” cuando claramente la Palabra señala que solo existe un mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo. Se podría decir que los católicos le atribuimos un rol a María que ningún humano, ni siquiera Moisés para los judíos, ha tenido jamás. ¿Cómo hacemos?

La República

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