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¡Recuperemos nuestra indignación ética!

Aunque la disposición de las vacunas deberá de investigarse; el vacunagate en el Perú no solo implosionó los principios éticos de las comunidades científicas involucradas; sino también tergiversó la redistribución de bienes públicos subsumiéndose a intereses particulares.

Marco Prieto. Docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)

El Perú suele tener escenarios paralelos que conviven unos con otros en una misma realidad política, social, económica y cultural. Estos paralelismos durante el covid-19, que han desatado diferentes crisis, se han visibilizado con mayor nitidez mostrando una precariedad no solo sanitaria, laboral o, en general, en la capacidad estatal; sino, principalmente, ética. Esta última crisis, debe ser nuestra primera preocupación; no solo porque estamos entrando al bicentenario con reivindicaciones republicanas espasmódicas, sino porque es una crisis estructural que hoy sigue restregándose en nuestros rostros.

El resquebrajamiento ético en el Perú no es otra cosa que la negación del reconocimiento e igualdad de la dignidad de todas y todos los seres humanos; así como la anulación consciente o inconsciente de que somos una comunidad intrínsecamente valiosa y que cada ciudadano es un fin en sí mismo. Aunque las explicaciones para esta ruptura ética pueden aludir o a una herencia colonial gamonal; o a nuestros actos fundacionales independentistas; o a configuraciones históricas más recientes de nuestra historia republicana del siglo XX; lo concreto es que actualmente hemos presenciado una identidad peruana que se ha constituido por la cultura del descarte; el beneficio autoreferencial y una fagocitosis endémica del reconocimiento.

Por un lado, no fue suficiente haber tenido cuatro presidentes en menos de cinco años; ni un cierre del Congreso que posibilitó otro grupo parlamentario menos dialogante; ni un golpe de Estado orquestado por 105 congresistas que adormecieron las acciones contra el covid-19, en medio de dos olas pandémicas que se han llevado más de cien mil peruanas y peruanos, especialmente a los más pobres. Por otro lado, tampoco ha sido suficiente el movimiento de indignación que se ha manifestado en la esfera pública; ni las diferentes expresiones de imaginación para subsistir como las ollas comunes; ni las esperanzas firmes por la llegada de las vacunas al país. En otras palabras, ni las crisis ni las esperanzas fueron suficientes; por el contrario, solo se gestó lo más abyecto del ser humano; a saber, “mi vida es más digna de ser vivida que la tuya”

Esta frase se retrató cuando 3200 vacunas “extra” de Sinopharm fueron repartidas en agosto entre la embajada china (1200); la Universidad Peruana Cayetano Heredia (1800) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (200). Aunque la disposición de las vacunas deberá de investigarse; la adquisición no solo implosionó los principios éticos de las comunidades científicas involucradas; sino también tergiversó la redistribución de bienes públicos subsumiéndose a intereses particulares. Ello generó redes políticas, económicas y familiares de privilegios para ser vacunados mientras; a la vez, centenares de ciudadanas y ciudadanos morían todos los días.

Sin embargo, las justificaciones de los privilegiados fueron tan o más inverosímiles que la transgresión cometida. Algunos arguyeron que los miedos motivaron su acción; otros que tenían todo el derecho de vacunar a quienes ellos creían conveniente; y unos cuantos, mostraron un absurdo desentendimiento de las acusaciones que se les imputaban. Sin duda, el mal radical no solo está en cometer un acto motivado por tu deseo que anule al otro, sino en cometerlo anulando a los demás, pero sin tener conciencia del daño cometido.

Finalmente, veamos las consecuencias de dichos actos privilegiados que dispusieron de las vacunas “extras” a su antojo. Aunque con cifras aproximativas, alrededor del 50% de vacunados bordean entre los 19 y 33 años de edad; casi una veintena de grupos familiares se beneficiaron; alrededor del 25% de servidores del Estado adquirieron la dosis; nueve personas extranjeras recibieron la vacuna; personas de 90 años se vacunaron después que jóvenes de 20; y dueños de empresas fueron priorizados.

Aunque aún no queda claro el número de personas exactas que recibieron las vacunas “extra”; ni las personas que se vacunaron con las dosis que se entregaron a la embajada china; o por qué hay duplicidad y ausencia de documentos de identidad en la lista oficial; lo que sí queda claro es que si no existe un restablecimiento de criterios éticos en nuestra cultura peruana y si no desarrollamos nuestra capacidad de indignación ética ante las injusticias producidas por los privilegios y la cultura del descarte; no podremos llegar a construir un país verdaderamente republicano.

Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya

La República

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