¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

El olor a muerte hoy en el Perú

Descanso en paz a los caídos, a cantar la vida los que la tienen.

El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa/La vida alrededor ya no es tan mía/Desde el observatorio de mi casa/La fiesta se resfría

La leve reducción de fallecidos de los últimos tres días en el país no debe llevar al triunfalismo, pues hoy el Perú huele, penosamente, a mucha muerte.

Los pocos que me quieren no me dejan/Perderme solo por si disparato/No pido compasión para mis quejas/Que tocan a rebato

Puede ser solo percepción de esta columna apesadumbrada, o la acumulación de dos olas de pandemia, pero, comparada con la anterior, en esta aumentaron las noticias de muertos por covid que rozan el entorno cercano.

Acabaré como una puta vieja/Hablando con mis gatos

Facebook parece obituario de un país en guerra –que es en lo que, en verdad, estamos ante este virus–, y los WhatsApp grupales informan cada día de otro caído o de alguien ya en capilla.

Superviviente, sí, ¡maldita sea!/Nunca me cansaré de celebrarlo/Antes de que destruya la marea/Las huellas de mis lágrimas de mármol/Si me tocó bailar con la más fea/Viví para cantarlo

Es lógico que así sea. Los muertos por la pandemia no son los 44,877 confirmados al 20 de febrero por el CDC, ni los 102,225 registrados del Sinadef, y quizá sean los 114.000 calculados por Open Covid Perú, 2.5 veces más que la contabilidad oficial, una diferencia dramática que cambia todo.

Dejé de hacerle selfies a mi ombligo/Cuando el ictus lanzó su globo sonda/Me duele más la muerte de un amigo/Que la que a mí me ronda

El Perú tiene hoy un olor fétido no solo de la muerte de la dignidad de muchos políticos, sino de los cadáveres acumulados tras morir lejos de su familia en hospital, o cerca de ella porque no hubo cama UCI ni balón de oxígeno.

Con la imaginación, cuando se atreve/Sigo mordiendo manzanas amargas/Pero el futuro es cada vez más breve/Y la resaca, larga/

Descansen en paz los muertos, que celebren la vida los que aún la tienen.

Superviviente, sí, ¡maldita sea!/Nunca me cansaré de celebrarlo/Antes de que destruya la marea/Las huellas de mis lágrimas de mármol/Si me tocó bailar con la más fea/Viví para cantarlo (Joaquín Sabina, Lágrimas de Mármol).

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