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Ayudaría que Málaga diga quién dijo no

Para levantar el devastado espíritu nacional de este país.

A un país con el espíritu nacional tan devastado por la podredumbre del vacunagate, le ayudaría mucho conocer –si hubiera, seguro que sí– personas a quienes les ofrecieron la clandestina dosis salvadora y la rechazaron por creer que era inmoral.

Si hubo alguien que se negó fue la pregunta planteada el jueves en esta modesta columna a partir de una conversación ‘wasapera’ del día anterior con el politólogo Alberto Vergara, y que me recordó una columna suya en The New York Times de hace tres años, ‘El país donde no podían decir no’, a propósito de la corrupción lava jato donde se especulaba si hubo un empresario que se resistió a ser cómplice ya no por principios sino hasta miedo al ampay.

Nadie hubo entonces, y hasta ahora no ha aparecido nadie –pero no perdamos la esperanza– que rechazara la vacuna clandestina. En Argentina, por ejemplo, un país con entusiasmos por la corrupción tan parecidos a los del Perú, ya se sabe de alguien: la gran ensayista liberal de izquierda y valiente antikirchnerista Beatriz Sarlo, a diferencia del otrora gran periodista Horacio Verbitsky, que luego se volvió felpudo de ese par de delincuentes de Cristina y su finado marido Néstor.

Acá hay distintos vacunados clandestinos. Hay sinvergüenzas como el truhan de Martín Vizcarra, que no se la ofrecieron, sino que la pidió porque tenía ‘banda’. Hay los que se asustaron cuando su staff cercano enfermó y hubo hasta un muerto, como Pilar Mazzetti (lo que no la justifica). O los invitados de Germán Málaga, quien jugó a ser Dios, como un Dr. Frankenstein ofreciendo vida a cambio de vergüenza.

De paso, una digresión: tan mal me caen los vacunados clandestinos como los moralistas con micrófono de estos días que se sienten vacunados contra la inmoralidad, y que es muy probable que habrían recibido con agrado el cocktail de pinchazo con dosis salvadora.

Pero dentro de lo complicado que está hoy el doctor Málaga, quien ha explicado que “no se trata de privilegios, solo que así son las cosas”, nos haría un gran favor para levantar el espíritu nacional si nos contara de alguien que se negó a recibir su dosis salvadora, alguien que le dijo “no doctor, mejor vacunemos antes a la primera línea, así no tienen por qué ser siempre las cosas”.

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