La noticia mundial se ha enfocado en el asalto físico al Capitolio de los EEUU, pero quizás eso es una distracción. Mucho más preocupante que el acto mismo es el elenco que protagonizó la despedida de Donald Trump, con la coreografía y el guardarropa adecuados para enviar un desafiante mensaje hacia los próximos cuatro años: los lunáticos de extrema derecha están en guerra.
La sensación es que Trump ha saltado de un liderazgo a otro. En un mismo acto de intemperancia se ha vuelto el promotor, ahora sin tapujos, de las hordas nazis de esta hora, y con ello ha resuelto las últimas dudas oportunistas en el Partido Republicano. Esas hordas siempre estuvieron allí, moderándose y en los márgenes de la política; ahora han salido a buscar un espacio central.
No ha sido, pues, solo un exabrupto violentista. Ha sido sobre todo la presentación en sociedad de un movimiento, el cual será importante para el intento de Trump de retornar en el 2024. Los estadounidenses liberales tendrán que convivir con un fascismo ubicuo (disturbios en no menos de 14 capitolios estaduales), y disfrazado de contracultural.
Las dificultades que han tenido los republicanos para tomar distancia de un Trump cada vez más desacreditado sugieren que él va a poder contar con ellos para sus proyectos políticos. Lo cual sugiere la posibilidad de una extraña alianza entre fascistas pintarrajeados y conservadores de terno y corbata. No sería la primera vez.
Los grupos fascistas de los EEUU están allí desde mucho antes que Trump, bajo una variada gama de argumentos, que van desde el racismo (supremacismo blanco) hasta la resistencia intransigente, y a menudo armada, a las leyes del Estado. Lo que no tuvieron hasta ahora fue un líder nacional, y en Trump han encontrado un führer a su medida.
Como en las peores telenovelas, el encuentro firme entre Trump y estos no tan secretos seguidores se produce en la escena final: el presidente pataleó pero ya debe irse, las hordas llegan para tratar de salvarlo, la insurrección fracasa y Trump finalmente tiene que entregar la presidencia. Los fachos vuelven a sus cabañas y a sus escopetas.
Los republicanos todavía tienen unas cuantas conclusiones que sacar y cosas que decidir en este tema.
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