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Sagasti en la misma ruta de Paniagua

Ojalá que hoy, como hace dos décadas, la historia se repita.

Que el Perú puede salir del momento más oscuro se volvió a comprobar en la elección de ayer de Francisco Sagasti para una presidencia de transición que se debe conducir con inteligencia, honestidad y transparencia, como, hace dos décadas, fue la de Valentín Paniagua.

Hace veinte años, el 16 de noviembre de 2000, Paniagua fue elegido presidente en un momento decadente por el destape de la tremenda corrupción y la fuga del fujimontesinismo, y la demolición de la institucionalidad.

Ayer, 16 de noviembre de 2020, ocurrió algo parecido, mientras el congreso demostraba que siempre se puede caer más en la degradación al armar un golpe de estado sin base jurídica, y a espaldas de una población que en un 91% rechazaba la segunda vacancia de Martín Vizcarra, cuya real motivación no era la lucha anticorrupción sino prebendas y objetivos subalternos, lo cual explica que las calles se llenaran de gente harta de una política putrefacta, e hicieran sentir su prisión, tumbándose al pasmarote de ‘presidente’ que los golpistas políticos y mediáticos pusieron de mascarón de proa.

Sagasti enfrenta un momento igualmente complejo, pues la pandemia ha dejado al país con mucha muerte y una gran destrucción de empleos, dejando una agenda obvia pero difícil que se puede resumir en a) superar el COVID-19 y prever una eventual segunda ola; b) recuperar la economía, la inversión y los empleos; c) respaldar la lucha anticorrupción; y d) apoyar la realización de una elección transparente.

En momentos difíciles, como este, algo ocurre en el Perú que aparece luz al final del túnel, a lo cual colaboraron ahora la calle, el Partido Morado de Julio Guzmán con generosidad política, y personas como Rocío Silva Santisteban para facilitar la elección en el congreso.

Pero serán ocho meses complejos hasta el siguiente gobierno, pues los políticos, cuando ven luz al final del túnel, se ponen a construir más túnel, y los golpistas políticos y mediáticos que volvieron a perder han quedado con sangre en el ojo, y porque la calle sigue, con razón, desconfiada.

Sagasti, como Paniagua hace dos décadas, tiene de su lado capacidad de diálogo, inteligencia y honestidad. Ojalá que esta vez la historia se repita.

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