Pura verdad y las mentiras

“La chatura política, las malas prácticas ciudadanas y las organizaciones criminales enquistadas en los aparatos del poder nos hace perder la calma”.

Cuando el presidente Vizcarra dice: “Yo he trabajado de manera honesta y transparente…”, no le cree nadie, pero qué se hace. Su estilo tiene de sustancia falaz y engaño. El discurso oficial es el disimulo orgánico, amén de la desnutrición moral de la palabra. ¿Tanto? Sí, y me apoyo en uno de los puntos del libro del filósofo Miguel Giusti, Verdad, historia y posverdad (Fondo Editorial PUCP, 2020).

La sustancia de la verdad en la vida pública (y privada, digo yo), de eso trata la obra de Giusti. Un valor frente al espejo de la mentira, eso que hoy llamamos la posverdad. Tan cara a los medios, redes, argumentación oficial. Tan presente en los debates de la opinión pública. Y que en el Perú viene desde la moda Tik Tok, pasando por Richard Swing, Obrainsa y hasta la ivermectina.

La posverdad está en las decisiones de la política mundial también. Pero no es un rollo reciente. Es un viejo asunto “nuevo”. Diría que es un rollo tan antiguo como la injusticia. Frente a la veracidad siempre existió la falacia. No la ficción, que es una verdad inventada, sino el engaño en la historia y sus memorias. Hoy el razonamiento ciudadano camina descalabrado. A más información, más embuste.

Y Miguel Giusti reconoce que en estas horas el acercamiento a la información y a las plataformas tecnológicas se ha extendido y generalizado, pero no para vivir mejor informados, sino para admitir que las noticias falsas son verdad. ¿Desde la Biblia? Y más. Por ello el subtítulo del libro reza: “La construcción de narrativas en las humanidades”.

El contarnos historias es sustancial a los humanos. Pero una historia no es necesariamente una verdad. Exageramos siempre y creamos identidades y memorias. ¿Ciertas? Digo de Homero, pero puedo decir de Hemingway o de Vargas Llosa. ¿Y los historiadores? ¿Acaso el Bicentenario –por ejemplo– no es la memoria oficial donde filtrar visiones ideológicas, tradiciones discriminatorias, legitimaciones del orden establecido, como afirma Giusti?

Lástima, la posverdad es tan mortal como la Covid-19. Y en nuestro país ataca no solo a través de medios y redes, no. Opera de modo más grotesco, en el radio bemba, el boca a boca o en las grafías electorales. La chatura política, las malas prácticas ciudadanas y las organizaciones criminales enquistadas en los aparatos del poder nos hace perder la calma. Felizmente hay libros como el de Miguel Giusti que nos devuelven la esperanza.

La República

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