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¿Habrá Déjà vu educativo este lunes?

Este Congreso es tan mediocre y corrupto como el anterior.

Contra lo que la mayoría prevé, y el sentido común recomendaría, el piso no está parejo para que la próxima semana el gabinete Cateriano obtenga la confianza del Congreso, pues algunas bancadas pretenderían condicionarla a ciertos intereses subalternos.

Un indicio de la movida está en que, antes de que el premier Pedro Cateriano solicite la confianza al congreso, este agendó para la sesión de ayer el debate de las interpelaciones a los ministros de Economía y de Educación.

Como antesala, salió una denuncia para desestabilizar a la ministra María Antonieta Alva vinculando a su padre a una contratación indebida con el Estado, aunque sin fundamento pues la relación con la empresa ya no existía, pero que fue perifoneada por activistas del Apra –o lo que queda de este partido en ruinas por su vinculación a la corrupción–, y cuyos integrantes siguen teniendo vínculos oscuros con el negocio universitario, que es la madre del cordero en el intento de bajarse al titular de Educación y exjefe de Sunedu.

Martín Benavides tiene el problema reciente de la compra frustrada de las tablets para escolares en cuarentena, pero ese no es el problema que les interesa a algunos congresistas, sino los negocios perjudicados por la reforma universitaria, como los de José ‘Pepe’ Luna Gálvez y su no licenciada Telesup, que tiene una bancada de once miembros al servicio de su negocio.

Ante ello, el gobierno puede ceder a la presión subalterna de un sector del congreso, o mantenerse firme en el respaldo a la reforma universitaria, que es lo que expresa la decisión de Cateriano y del presidente Martín Vizcarra al mantener al ministro Benavides, y que es lo más probable que ocurra.

Pero eso no solo es lo principista sino lo más práctico, pues la experiencia del pasado congreso fujiaprista enseña que alimentar a la bestia para tranquilizarla no funciona: primero se bajaron a Jaime Saavedra y luego a Marilú Martens, ambos de Educación.

El sentido común lleva a pensar que este parlamento no dejaría de darle la confianza a un gabinete nuevo en plena pandemia, y sacar a ministros como Pilar Mazzetti, pero la mediocridad abundante en el congreso –y la corrupción– puede impedir que se den cuenta de las consecuencias de su decisión.

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