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Lo que salta a la vista cuando falta

Necesidad del sentido común y la cuestión del buen juicio.

Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos, y que el buen juicio en la toma de decisiones es una cuestión que, siendo crucial, es difícil de aprender pues sería innata, pero no hay duda de que ambos son valiosos, especialmente en estos tiempos complejos de pandemia en los que jefes de estado, los CEO o cabezas de familia, como muchos, deben tomar decisiones complejas, con información incierta e insuficiente, que tienen implicancias graves para mucha gente.

Un presidente debe decidir si alarga una cuarentena a costa de los ingresos familiares; un gerente, qué operaciones cierra; la cabeza de familia debe ordenar la sobrevivencia de los hijos.

El buen juicio es una cualidad que a todos les gustaría tener, dice The Economist en un artículo sobre este tema en su última edición, pero es difícil definirla con precisión o hasta poder enseñarla en colegios y universidades.

Citan a sir Andrew Likierman, exdecano de la London Business School, quien ha pasado mucho tiempo hablando con líderes de distintos campos, desde negocios y el ejército hasta la ley y la medicina, y quien sugiere definir al buen juicio como “la combinación de cualidades personales con conocimiento y experiencia relevantes para formar opiniones y tomar decisiones”.

En este estupendo artículo de la revista británica se agrega que el buen juicio implica todo un proceso: tomar información, decidir en quién y en qué confiar, resumir el conocimiento personal, verificar creencias o sentimientos anteriores, resumir las opciones disponibles y, luego, tomar la decisión.

En cada etapa, los responsables de las decisiones deben hacerse preguntas, como si tienen la experiencia y conocimientos necesarios para elegir, y si la opción que prefieren es realista.

El sentido común es una capacidad difícil de definir, pero importante de poseer para ejercer posiciones de liderazgo en tiempos difíciles como los que corren: para una nación, desde una posición política como la presidencia o el congreso; para una empresa de todo tamaño, desde una gran corporación hasta un puesto de salchipapas; o para una familia que trata de sobrevivir.

Y si faltan el sentido común y la cuestión del buen juicio, sus ausencias saltan a la vista de un modo grotesco.

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