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Contra el ‘sálvese quien pueda’

"Esto supone un cambio radical en el que el Gobierno, que por lo demás está rebasado, accede a la participación de la sociedad civil".

Poco a poco el caos se ha ido adueñando del (dis)funcionamiento de nuestra precaria sociedad. Conforme se evidenciaba el previsible colapso de nuestros exiguos servicios de salud, la gente empezó, como era inevitable, a buscar soluciones alternativas. Desde el pensamiento mágico hasta la corrupción. Desde la especulación criminal con insumos básicos para la supervivencia como el oxígeno o las medicinas, hasta el uso y abuso de las redes de influencia, que son la marca registrada de un país groseramente estratificado como el Perú. Pero hasta estas se han visto desbordadas por una pandemia que ha pelado el estado calamitoso de nuestro cableado subterráneo.

Sería injusto, como lo han hecho muchos, culpar exclusivamente al Gobierno de turno por esta situación que ha puesto de rodillas a “equipos” mucho más cuajados y poderosos en el mundo. Sigo de cerca, por razones afectivas, la situación de Francia. Un país inmensamente más rico y organizado que el nuestro. Sin embargo, el “Hexágono” está lejos de haber derrotado a la pandemia, pese a que han retomado muchas de sus actividades. Los temores al rebrote son fundados, pero la pausa que viven les está permitiendo reorganizarse y aprender de sus errores y aciertos.

Al respecto, permítanme citar la opinión de Emmanuel Hirsch, profesor de Ética Médica, publicada en el diario Le Monde: “La sociedad civil ha estado excluida durante meses del proceso de decisiones llevado a cabo en instancias indiferentes a la exigencia de concertación. Ejercer una responsabilidad política en tiempos de catástrofe significa arriesgarse a otra práctica de la democracia, a otra inteligencia de la democracia”.

Esto supone un cambio radical en el que el Gobierno, que por lo demás está rebasado, accede a la participación de la sociedad civil. Más aún, la propicia. Abandonar el esquema paternalista es urgente. El caso de Guayaquil ha mostrado el camino. Más allá del debate acerca de la eficacia de la hidroxicloroquina, por ejemplo, lo central es que la sociedad civil acude en ayuda del Gobierno y este la acoge como una aliada.

Salir del caos, frenar la angustia que nos paraliza o impulsa a actuar desesperadamente ya sería un logro considerable en estos tiempos aterradores. El Acuerdo Nacional, acaso, podría ser un ámbito que favorezca esta interacción digna de una sala de urgencias.

La República

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