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El peligro al fondo de la copa

Todo esto es algo con lo que se debió contar en los desconfinamientos.

La policía británica se queja de que en estos días los ebrios no acatan el distanciamiento social. No es exactamente un descubrimiento, pero sí una constatación empírica con alcance mundial. El argumento implícito en la denuncia es que si no se limita el consumo, los bares reabiertos se van a ir volviendo más contagiosos cuanto más alegres y concurridos.

Hay algunas aparente soluciones, todas incómodas. Una obvia es limitar el expendio por persona, por ejemplo a un número fi jo de tragos. Otra es contar con una suerte de policía que mantenga a raya a los ebrios más efusivos, lo cual implica un monitoreo constante de las distancias. Cosas que a su vez pueden quitarle a la gente todas las ganas de embriagarse, o incluso estar en el local.

Todo esto es algo con lo que se debió contar en los desconfinamientos. Hay diversas formas de reaccionar al alcohol, y entre ellas está la actuación del ebrio fuertemente gregario, no solo el que se acerca demasiado, sino incluso el que abraza a diestra y siniestra. Aunque no está demostrado que el ebrio infectado y agresivo pueda contagiar menos.

El asunto no es solo en los lugares públicos. En las reuniones particulares las distancias pueden acortarse de manera drástica e inadvertida después de la segunda copa. No hay protocolos específicos establecidos para los estallidos de afecto, sobre todo cuando el sentimiento de peligro se ha reducido. El yo te estimo de rigor puede rápido convertirse en un yo te contagio.

En general, si ya es difícil imaginar a grupos de comensales públicos distanciados (en algunos lugares incluso por vidrios), con bebedores la cosa ya parece imposible. Pues en la mejor versión de Baco, la gente bebe precisamente para estar cerca unos de otros. Un trago a la distancia tiene la intensidad de un beso volado. Casi termina siendo preferible no beber.

Aquí en el Perú, donde buena parte del transporte público y de los mercados más silvestres siguen siendo centros de contagio, y los choferes ebrios producen una cuota de muertes, el problema de los bares parece secundario. Pero a la vez el ebrio querendón es algo que va sumando a las perforaciones del régimen de distanciamiento.

La República

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