De la renta básica universal y otros menesteres

"El concepto de renta básica o ingreso básico universal no es uno particularmente novedoso, todo lo contrario, es una herramienta por la que han apostado distintos gobiernos a nivel mundial".

Muchos análisis han coincidido y explicado los contras de un bono universal concebido como bono familiar, cuando la realidad de cada hogar constituye un reto, en donde cada uno de sus integrantes tiene responsabilidades y necesidades distintas. En ese sentido, parece cada vez más sensato que se plantee un ingreso mínimo por persona, y no por familia. El concepto de renta básica o ingreso básico universal no es uno particularmente novedoso, todo lo contrario, es una herramienta por la que han apostado distintos gobiernos a nivel mundial, mucho antes de la situación/crisis generada por el coronavirus.

Desde la propuesta de un “ingreso mínimo vital” discutida en España, pensada en las personas más pobres o vulnerables, hasta el experimento de una renta básica para personas desempleadas en Finlandia, este tipo de iniciativas no necesariamente constituye una solución de fondo frente al desempleo o la pobreza, mas sí una alternativa para mejorar el acceso a ciertos servicios o derechos básicos, además de aumentar el bienestar de la población. De más está decir que en momentos particulares de crisis económica, un subsidio de este tipo parece ser una necesidad.

Pese a que se nos repite que el programa económico de la ministra Alva es uno de los que más gasto implica, lo cierto es que las proyecciones económicas mundiales para el Perú son de las peores. La encrucijada está en si se ha destinado muy poco dinero (aún) para aliviar las exigencias de la población o si todo el gasto e iniciativas se han dirigido hacia el camino opuesto a las mayorías que hoy se ven empobrecidas y abandonadas por sus propias autoridades.

El grave error que podrían cometer ahora las autoridades es pensar que la “reactivación económica” es una solución, cuando solo constituye el curso regular de las cosas. Discutir soluciones es lo que más hace falta, justo ahora, mientras regresa la delincuencia afectando a las zonas aún más empobrecidas. Ahora, en un momento en el que muchos festejan que los negocios y las personas se “reinventen”, cuando eso, en realidad, signifique que cada quien cargue con la responsabilidad de haberlo perdido todo. ¿Cómo celebrar el quiebre de tantos negocios o el esfuerzo de toda una vida tirado al tacho? Peor aún, ¿cómo celebrar que sean las mismas personas y no sus autoridades las que asuman el 100% de las consecuencias que deja esta pandemia? Algo en lo que, sin duda, tendrá que reflexionar el gobierno.

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