¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

Pandemonio

"Nuestro país es tan complejo que ni nosotros mismos terminamos de entenderlo; tampoco el Gobierno, pues no sabía que no se identificarían a todos los ciudadanos vulnerables".

Esta pandemia nos ha desnudado en toda nuestra mediocridad y precariedad como sociedad. Es como si hubiéramos abierto la tapa de una alcantarilla y nuestro pequeño jardín se hubiera infectado de las aguas y los animales de las cloacas.

Se supone que resolveríamos la crisis con una cuarentena de dos semanas primero, y luego de cuatro, y luego de seis, hasta que dejamos de llevar la cuenta, y ahora lloramos 8 mil fallecidos cuestionándonos si las medidas del gobierno fueron eficientes. Evidentemente, no. Nuestro país es tan complejo que ni nosotros mismos terminamos de entenderlo; tampoco el gobierno, pues no sabía que no se identificarían a todos los ciudadanos vulnerables por falta de adecuado registro, que el 75 % de ellos no tiene cuenta bancaria y por lo tanto se verían obligados a hacer largas y virulentas colas en los bancos para cobrar el bono. A pesar de que el INEI advirtió que en las viviendas de los pobres viven varias generaciones, que son 6 o más miembros y que solo el 22 % de esas familias cuenta con un refrigerador, pensamos que era viable ordenarles que no salgan a comprar casi a diario, como están acostumbrados.

¿Acaso no sabíamos que no hay internet en las zonas alejadas de nuestro vasto territorio y que los niños sin profesores en sus modestas aulas tendrían que caminar kilómetros para encontrar la señal que les permita escuchar la clase en una tablet o desde una radio? A todo eso hay que sumarle que muchas empresas beneficiadas con préstamos por miles de millones de soles con el fin de no romper la cadena de pagos, lo cual significa que no despidan gente y paguen a sus proveedores, pretenden acogerse arteramente al despido temporal llamado “suspensión perfecta”. ¿Perfecta para quién? Definitivamente no para el trabajador.

Como si eso no fuera poco, en medio de la desazón y el derrumbe de nuestra economía, aparecen resoluciones como las de INDECOPI para tirar por la borda la Ley de Octógonos que tanto esfuerzo costó aprobar en el lobista Congreso anterior. En el nuevo, aparentemente también lobista, hay quienes respondiendo a intereses de universidades privadas pretendieron crear un organismo por encima de la SUNEDU, que felizmente no prosperó. Pero no bajemos la guardia pues el nuevo Congreso hace rato dio muestras de minusvalía cuando solo en la Mesa Directiva tendrían más de 40 asesores. La política y la economía en un país no funcionan como elementos estancos. Hay una clara relación entre la precariedad de nuestras instituciones, la galopante corrupción de los sectores público y privado vista en los últimos lustros y los resultados de la lucha contra esta pandemia. Un ejemplo sencillo: mientras la región invertía 9 % del PBI en Salud, en el Perú se invertía la mitad. No podemos fijarnos solo en las tasas de crecimiento. Tenemos que pensar en el desarrollo de una manera integral. Hoy es más válido que nunca traer a la mente la pregunta de Zavalita: ¿En qué momento se jodió el Perú? Me temo que esa respuesta contiene una data de 200 años, casi desde el día en que quisimos ser República, pues demostrado está que eso es aún un sueño, una tarea titánica, una necesidad, una urgencia que exige un plan de acción al que muchos no estamos dispuestos a renunciar.

La República

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