Suspensión perfecta del Congreso

El Congreso se ha convertido, además de la pandemia, en un grave peligro para la perspectiva del país, por lo que, si no modifica su comportamiento, se debería evaluar, siguiendo los caminos constitucionales, alguna forma de suspensión perfecta de sus labores, como propuso ayer esta columna.

Más allá de las críticas específicas y aisladas a varias iniciativas, decisiones y despropósitos del congreso, ya es momento de encarar el desempeño global de este poder del estado que es crucial para el funcionamiento de la institucionalidad, pero que, por la mediocridad, oportunismo, irresponsabilidad y hasta corrupción que está demostrando, es evidente que ha optado por volverse en parte central del problema en vez de la solución de una de las situaciones más complejas por las que ha atravesado el Perú en su historia.

El comportamiento del nuevo congreso en sus dos meses de operación es francamente deplorable, y hoy hasta algunos parlamentarios que podían darle algún sentido de racionalidad se están contagiando del mismo espíritu.

Desde quebrar los escasos avances en reforma electoral, sacarle la vuelta a la declaración jurada de intereses para tener una oscuridad privilegiada, hasta lavarse las manos en la legislación contra el hacinamiento carcelario.

Con planteamientos en materia económica en los que confluyen la ignorancia de las consecuencias de las decisiones, con el oportunismo para construir candidaturas electorales para el 2021, y hasta el esfuerzo para demoler una estructura económica construida en las últimas tres décadas que, sin duda, requiere reformas importantes, pero no a la mala y con improvisación para atender intereses subalternos e ideas trasnochadas.

Eso incluye decisiones sobre AFP, peajes y taxi-colectivos, e iniciativas en camino sobre control de precios y tasas de interés, y hasta un paquete de reactivación económica sin ninguna coordinación con el gobierno con el que el congreso se ha propuesto competir.

El congreso debe reflexionar sobre lo está haciendo, y el gobierno empezar a evaluar caminos constitucionales para, si ello no ocurre, ir a una suspensión perfecta de las labores de un parlamento que hoy se vuelve tan peligroso como la pandemia.