¿El 30 de abril es feriado o día no laborable en Perú?

Terremotos por entregas

“El terremoto de la pandemia nos enrostra que seguimos siendo un país de sobrevivientes”.

Cada vez que había un temblor fuerte, los medios, las autoridades y los expertos se volcaban a reflexionar sobre las terribles consecuencias que tendría un sismo de gran magnitud en la capital del Perú: número de muertos, heridos, hospitales, desamparados, economía, etc., pero el terremoto nunca llegaba y volvíamos al confort negligente del silencio sísmico. Se señalaban, año tras año, las carencias, la falta de inversión, sobre todo en salud, en vivienda y en precaución. Se hablaba de reformas profundas como la de todo el sistema sanitario, ordenamiento territorial, etc., que ningún gobernante ejecutó.

El temido gran terremoto, sin embargo, ya llegó, pero en forma de pandemia y no solo a Lima. Una calamidad que, al menos, tiene la gentileza de destruirnos de manera relativamente paulatina y no de golpe, lo cual, a estas alturas, no sé si es mejor o peor.

Todo indica que el dilema salud o economía ha sido resuelto en nuestro país, de manera tan cruda como pragmática, por la propia población: con la incansable pulsión de la sobrevivencia. El terremoto de la pandemia nos ha enrostrado que, a pesar del crecimiento sostenido, seguimos siendo un país de sobrevivientes que, en promedio, no superamos esta etapa de estrés existencial: la subsistencia. Muchos, demasiados compatriotas, no viven, subsisten.

El 70% de nuestra economía informal puede haber sido un silencioso ajuste de cuentas, una revolución social encubierta durante décadas para mitigar las groseras desigualdades, un atajo para satisfacer nuestras necesidades más primarias: techo propio y comida. El transporte público y el comercio ambulatorio, por ejemplo, son ecosistemas de sobrevivencia en donde un potencial contagio pasa, lamentablemente, a un segundo plano. La población ya decidió.