Diálogo nacional y oficial

La reunión del Acuerdo Nacional (AN) implicó el inicio formal de diálogo político y social organizado en la etapa de la pandemia, como lo ofreció el presidente Martín Vizcarra el pasado 15 de abril, abriendo un espacio de recreación del debate nacional y de las decisiones de política pública en un ámbito distinto pero concurrente a los que se llevan a cabo en el Parlamento, el Consejo de Estado, los GORE y los MUNI Ejecutivo.

El acuerdo más importante, resumido por el mismo presidente luego de un intercambio de información e ideas, sugerencias y reclamos, es la instalación de una mesa de trabajo permanente por el AN y la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y el establecimiento de un dialogo abierto y continuo que canalice demandas y procese alternativas. De ese modo, la PCM, como en otras oportunidades, queda a cargo de llevar adelante iniciativas de diálogo y consenso.

Se entiende que este acuerdo recoge también las propuestas que ha recibido el Gobierno y el mismo AN sobre la necesidad de un nuevo pacto político con los ojos puestos en el mediano y largo plazo, que atienda las urgencias que han nacido con la pandemia y que recorren el futuro: la mitigación de los daños ya ocasionados, la reactivación de la economía y el empleo, y las elecciones del año 2021 que definirá una nueva relación de poder.

Personalmente, me ha sorprendido gratamente el tono alturado y racional de las expresiones vertidas en el AN, incluso de los reclamos más firmes, una señal que cualquier diálogo democrático provoca como método para la política, es decir, la rebaja de las expectativas en favor de compromisos compartidos y la inclusión de los naturales intereses particulares en el esquema del interés general o público.

Es probable que el inicio de cualquier mecanismo de diálogo sea presionado por demandas de los sectores que se consideran postergados o no incluidos. No obstante, a pocos días del fi n de la cuarentena debe entenderse que la nueva normalidad implica el aumento de la insatisfacción y, en consecuencia, de la actividad de los partidos políticos que, como se sabe, intermedian las identidades colectivas, y de la sociedad civil, llamada a protagonizar una participación que se anuncia inédita y decisiva a nivel global.

En ese punto será crucial incorporar a cualquier nuevo “rayado de cancha” a movimientos sociales cuya voz será decisiva para el futuro, como las mujeres, los pueblos originarios, el sistema bancario, la academia y los innovadores.